El premier conservador Cameron, un estirado representante de las elites inglesas, acaba de manifestar que el Brexit, un terremoto que él mismo ha provocado con su absurda condescendencia, podía tener gravísimos efectos colaterales e incluso desencadenar una tercera guerra mundial. La tesis no es descabellada porque el fin de las rivalidades europeas que provocaron las dos guerras mundiales llegó gracias a la juiciosa integración europea, que ahora se pretende desmantelar asestándole un golpe de muerte. Pero resulta muy irritante que el pirómano Cameron utilice precisamente este argumento para detener un referéndum que prometió con ligereza con el único y exclusivo fin de asegurarse personalmente un buen resultado electoral. Primero, concedió por ese pusilánime motivo de supervivencia el referéndum de Escocia, que en septiembre de 2014 fue ganado por el no por un escuálido 55,3% de los votos, con lo que se aparcó momentáneamente el riesgo de ruptura de su propio país. Después, nos ha embarcado a todos los europeos no sólo a los ciudadanos del Reino Unido en un plebiscito sobre Europa perfectamente prescindible que sólo complace y beneficia a los más radicales de ambos extremos ideológicos. A la vista de estos absurdos envites, se llega a la conclusión de que Cameron es un perfecto irresponsable, dispuesto a incendiar la Unión Europea con tal de consolidarse en el poder.
