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Llorenç Riera

El difícil control de la piratería del taxi

La competencia ilegal, en cualquier sector, comporta muchos problemas y arraiga el malestar pero es, antes que otra cosa, una injusticia. Las técnicas de gestión moderna pueden resultar, en bastantes casos, unos canales de camuflaje aprovechable para la picaresca de los oportunistas y desaprensivos. También para sortear y despistar a una Administración por lo general escasa de reflejos.

El sector del taxi es uno de los más afectados por las prácticas irregulares y la suplantación de la actividad profesional. Tanto que la piratería se ha incrustado en él. Todo el mundo ha oído hablar de los taxis piratas. Hoy los bucaneros ya no surcan el océano, conducen un vehículo de trasporte de pasajeros y lo hacen preferentemente en las zonas turísticas. De ahí que estén muy presentes en las carreteras y aeropuertos de Balears. De ellas, Eivissa se lleva la palma. El problema es especialmente grave en la pitiusa mayor.

Las quejas y reivindicaciones de exigencia de control surgen de forma periódica entre las agrupaciones profesionales del taxi regulado. Ahora, en el inicio de la temporada turística, el Govern se decide a iniciar una campaña puntual de supervisión que se atoja necesaria pero insuficiente. Se nota un cierto alivio entre los taxistas legales, pero también se advierte que poco se logrará si el control no se dilata en el tiempo y se va más allá de la operación disuasoria del inicio de ciclo estival.

Las conselleries de Territorio y Movilidad, Trabajo y Hacienda, la Guardia Civil, policías locales y los ayuntamientos de las zonas turísticas aunan esfuerzos para un plan de choque contra los taxis pirata. Se hace así, con buen criterio, porque la problemática afecta a muchas áreas de la Administración. No es únicamente la explotación ilegal del transporte público, también es el contrato laboral fuera de lugar o la evasión de tributos y licencias municipales, por mencionar solo lo más llamativo. El intrusismo tiene muchas caretas.

Para empezar, en este mes de mayo y junio se realizarán 25 controles puntuales en distintos puntos de Mallorca y otras operaciones similares en Eivissa. En el aeropuerto de Palma ya han empezado a operar ocho cámaras de lectura de matrículas para, de este modo, controlar los movimientos y las intenciones de los coches que frecuentan la zona más de lo habitual. También se peinarán las páginas web a través de las cuales se suelen contratar los traslados.

El trabajo de vigilancia es arduo en cualquier caso, sobre todo en una temporada de gran afluencia turística como la actual. Por eso resulta conveniente que tenga continuidad como reclaman las asociaciones profesionales del taxi. En la selva de los intereses y oportunismos del transporte se camufla mucho vehículo particular disfrazado de traslado amical, algunos coches de alquiler con conductor que no siempre son lo que aparentan, o pequeños vehículos de transporte discrecional que solo puedan actuar bajo contrato y sin embargo en la práctica ejercen de taxistas. Es un ámbito camaleónico.

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