Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

La hegemonía de la izquierda

Desde la Transición, han coexistido en este país una izquierda socialdemócrata, representada por el PSOE que logró aglutinar todas las formaciones de ese espacio en el Estado y en las comunidades más singularizadas como Cataluña y el Partido Comunista de España (PCE), que desde 1986 se convirtió en la columna vertebral de una amalgama de organizaciones de izquierda más o menos radical y/o ecologista, Izquierda Unida. El proceso español ha sido semejante al acaecido en países de nuestro entorno cultural y político como Francia e Italia.

Ahora, el panorama de la representación política ha cambiado en España este 20D, y lo ha hecho de forma confusa: un partido populista, con un mensaje reivindicativo encaminado a promover un cierto cambio de régimen pero con un ideario aparentemente izquierdista (crecimiento del sector público y de la presión fiscal, intervencionismo estatal, etc.), ha conseguido 5,2 millones de votos, poco menos que los 5,5 millones del PSOE, aquellos extraídos de todo el arco ideológico (500.000 de ellos provenientes del PP y 1,5 millones del propio PSOE). En dicha consulta, Izquierda Unida sacó el peor resultado de su historia con apenas 920.000 votos, algunos menos que los que consiguió Gerardo Iglesias en 1986.

Si la política fuera una ciencia exacta, el pacto Podemos-Izquierda Unida que se está negociando reuniría más de 6,1 millones de votos, con lo que tal coalición superaría al PSOE. Pero, como han puesto de relieve analistas de distintas tendencias Errejón entre ellos, estas sumas no suelen cumplirse. Entre otras razones, porque es dudoso que quienes votaron a Podemos en diciembre desde posiciones ligadas al PP o al PSOE vuelvan a hacerlo una vez que la organización de Pablo Iglesias se ha identificado con Izquierda Unida, con la versión enmascarada del PCE.

Lo que está en definitiva en juego el 26J no es tanto la hegemonía del PSOE o de Podemos-IU cuanto la naturaleza de la izquierda dominante en España. O es un partido socialdemócrata a la europea, capaz de alternarse sin sobresaltos en el gobierno con el centro-derecha y de mantener una relación normal con Bruselas es decir, de preservar la debida coherencia con nuestra libérrima decisión de pertenecer a la Unión Europea y al eurogrupo, o es una izquierda radical semejante a Syriza, que tendrá también que enfrentarse a la disyuntiva de aplicar sus tesis y salir de Europa o plegarse a la ortodoxia de Bruselas, plasmada en los Tratados europeos, en cuyo caso tendrá que renunciar a sus postulados más estridentes y que adaptarse, entre otros, al pacto de estabilidad y crecimiento. En España, los sociólogos políticos saben que el centro de gravedad ideológico está escorado a babor, y quizá por esta causa la proverbial división de la izquierda no ha impedido que desde 1982 haya gobernado más tiempo en el país la izquierda que la derecha. Sin embargo, si las dos izquierdas presentes se hacen equivalentes en tamaño y al mismo tiempo se reforma la ley electoral para incrementar la proporcionalidad como pretenden los partidos "nuevos", la fractura del hemisferio hará imposible un gobierno progresista que no esté basado en la unión de ambas opciones. Algo nada sencillo porque nunca es fácil la alianza entre una formación de vocación centrista y otra radicalmente utópica, y por ello poco preocupada por si sus propuestas son o no posibles y realizables.

La ciudadanía, que ha dicho basta al viejo bipartidismo tras constatar la decadencia del sistema, tiene que tomar cartas en el asunto y ha de resolver este dilema en que tanto nos jugamos los españoles. Sin perder de vista que la ruptura de la izquierda otorga sistemáticas ventajas a la derecha.

Compartir el artículo

stats