No traemos buenas noticias. El camino de la prevención del consumo de drogas orientado a las mujeres todavía está por construir. Como decimos en GIFES cuando somos conscientes de que todo está por hacer en un tema determinado, hay que picar piedra. De hecho, y desde el punto de vista de la evidencia científica, tenemos sobre todo, mucho que proponer y muchos deberes por hacer.

Recientemente, junto a quince ponentes y numerosos profesionales asistentes al seminario que hemos organizado en torno a la prevención del consumo de drogas en adolescentes y mujeres jóvenes, hemos estado revisando lo que tenemos en este ámbito y haciendo una lista de las tareas que nos quedan por hacer. Empezamos a trabajar en el tema de la prevención de drogas de una forma más o menos sistemática hace casi treinta años. Desde entonces, en nuestro país se han realizado muchos programas y acciones preventivas o por lo menos, con voluntad de serlo. Otra cuestión, sin embargo, es la evidencia científica que tenemos de esas acciones. También se han hecho esfuerzos importantes por conocer la epidemiología del consumo, incluso, en los últimos años, desagregando los datos por sexo, que no por género. No obstante, se constata un erial importante en torno a la mujer adolescente consumidora de drogas. Muy pocos avances en la prevención con enfoque de género.

Si tenemos en cuenta el largo recorrido de la prevención de drogas a nivel mundial, fundamentalmente en el contexto anglosajón, lo que tenemos, después de décadas de investigación, basada en la evidencia científica, tiene un valor tan importante que merece tener un lugar destacado. Un lugar, sin embargo, que no tiene hueco en los planes estratégicos orientados a la salud de la población; tanto si hablamos del contexto educativo como sanitario o de servicios sociales y comunitarios. Efectivamente, los pequeños cambios que podemos obtener mediante acciones preventivas de acreditada solvencia científica, tienen un valor exponencial en la adolescencia. Se trata de cambios importantes porque van a influir en la toma de decisiones presentes y futuras de los niños y jóvenes a quienes van dirigidos. Incluso, con los datos en la mano, podemos decir que algunas acciones preventivas, como aquellas orientadas a la mejora de la parentalidad positiva, es decir orientadas los padres, los hijos y la familia, son las que ahora mismo mejores resultados están demostrando, tanto para los chicos como para las chicas, frente a otras estrategias preventivas.

La mayoría de los programas y acciones preventivas están orientados a los y las jóvenes de forma general atendiendo como criterio a razones evolutivas o a la edad como referente de la agrupación. No obstante, y aunque a nadie se le escape, ya que para observarlo no es necesario tener conocimientos de psicología evolutiva, es bien evidente que la edad no puede ser un criterio único de agrupación. Hay que tener en cuenta las claras diferencias entre la maduración de unas y de otros, por referirnos a algo sencillo fácilmente identificable. A partir de aquí, todo aquello que hemos aprendido durante estos años en los que hemos venido trabajando en la vulnerabilidad diferencial de hombres y mujeres, aparece en todo su esplendor, aunque quizás no sea la palabra que mejor define este momento. Efectivamente, la diferente construcción de la sexualidad, la diferente construcción social en relación a la percepción del consumo de unas y de otros, la utilización de la sexualidad desde una perspectiva claramente utilitarista y abusiva en relación a la mujer especialmente en situaciones de vulnerabilidad y ante la presencia de consumo de drogas y alcohol son temas que merecen un tratamiento especial que no se está dando en la actualidad.

Teniendo en cuenta el estadio en el que se encuentra la investigación en este ámbito, y siguiendo criterios de coste-eficacia, lo más prudente en este momento parece ser continuar avanzando en la prevención de drogas a partir de acciones destinadas a la familia en diferentes contextos de educación, salud y servicios sociales y comunitarios. Eso sí, teniendo presente que no solo la edad sino también el género son dos condicionantes muy importantes que hay que tener cuenta para orientar los contenidos de las acciones preventivas en torno al consumo de drogas y alcohol. Siguiendo en esta dirección todo serán ventajas. Las ventajas adicionales que se obtendrán incluyendo la perspectiva de género en los programas de prevención de drogas en la adolescencia.

Tengamos en cuenta que redefinir la identidad "hacer género" tal como lo expresa Nuria Romo, una colega nuestra de la Universidad de Granada, lleva asociada la comprensión de muchas cuestiones importantes que ahora no se valoran o pasan desapercibidas y por ello no se trabajan de forma específica. Entre otras, nos referimos a la cada vez menor diferencia entre el consumo de alcohol y drogas de los y las adolescentes. También nos referimos al consumo de alcohol de forma intensiva por parte de las mujeres en algunas franjas de edad. En estas situaciones, sin perder de vista la percepción desigual de este comportamiento y teniendo presentes las situaciones de vulnerabilidad a las que se enfrentan las mujeres, entre otras en el ámbito de la salud y también de la sexualidad, no necesariamente consentida, es cuando mayormente hemos de ser conscientes de la necesidad de llevar a cabo un tratamiento diferencial de este comportamiento en hombres y mujeres.