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Una de futuro

Igual que tantos otros, un mayor que conozco va cada mes al banco a retirar el dinero de la pensión. La oficina está dotada de un avanzado sistema para evitar el clásico "¿Quién da la vez?": una máquina que da a elegir entre varias posibilidades una vez que el usuario se identifica. Para esto puede introducir su DNI por una ranura, donde se leerá el chip (dispositivo que suele estar averiado), o bien, teclear su número de DNI. Pasado el primer control digital, por fin aparecen en la pantalla cuatro símbolos con leyenda explicativa (en terminología bancaria) donde se ofrecen distintos servicios: operaciones por caja, atención comercial y un par más. El pensionista mira atentamente la pantalla hasta reconocer, más o menos, lo que desea. Inútil que intente memorizar la disposición de los dibujos para darle a la viñeta apropiada: el diseño cambia con cierta frecuencia, y también las explicaciones. Además, a ciertas alturas la memoria tampoco permite muchos alardes.

La máquina obedece y emite un papelito. Como hay varios servicios, el orden se establece mediante un código alfanumérico. Así, el jubilado recibe, por ejemplo, el papelito "AC035". Imposible saber cuántas personas tiene delante, por mucho que mire a las que ya ocupan los (escasos) asientos del vestíbulo. Porque también tienen que recibir atención los usuarios con papelito "D", "AA", "EB"? Los datos brotan en otra pantalla, esta vez más grande, acompañados de un desagradable pitido. Pero en ella también aparecen los códigos de las dos últimas llamadas, y cuando se tienen unos años tanta información satura. Por suerte, en la caja (física) hay dos personas (humanas) que saludan al veterano por su nombre y, usando su cartilla (física también), realizan la operación con toda felicidad. Mientras tanto, en el vestíbulo, los más jóvenes siguen sin levantar la vista de la pantalla del móvil.

Más o menos cuando se conocía la, como poco, turbia relación entre Ausbanc y bastantes entidades bancarias patrias, nos llegaban los oráculos que algunos de los grandes popes del ramo emitieron en el XXIII encuentro del sector financiero. El futuro en la banca se resume en dos axiomas: pagarás todavía más comisiones y serás tu propia sucursal. Es decir, tendrás que buscarte la vida con tus dispositivos digitales y, además, te saldrá más caro. La banca nunca pierde, y eso sí que es un axioma de verdad. Para los empleados significa la amenaza de despidos. Para el ciudadano corriente, la crónica de un abuso anunciado. El progreso en las formas supone que la maraña bancaria, corregida y aumentada por la distancia (física), seguirá envolviendo a una clientela que desconoce las múltiples triquiñuelas y vericuetos de las entidades. Eso sí: estaremos todos encantados de descargarnos más apps en el móvil, convencidos de que así nuestra autonomía mejora una barbaridad.

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