Diario de Mallorca

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¡Siempre negativo, nunca positivo!

La frase del entrenador Van Gaal se hizo famosa en su día, ¿recuerdan? Tanto, que parece haberse incorporado a nuestro talante, y es que basta con repasar noticias y comentarios para percatarse del abrumador predominio de la crítica y el resentimiento por sobre datos y sucesos que los hay para el alivio, alineándonos por norma con quien dijo que "Lo que me place, me place menos que me disgusta lo que me disgusta".

Es lícito que todos queramos más y más y más y mucho más, por remedar la canción; que, como afirmaba Cioran, no todo está perdido mientras uno está descontento y también que el beneplácito puede traducir un exceso de ingenuidad. Pero que el masoquismo sea la permanente tentación, lleva a suponer que suele subordinarse el juicio al prejuicio cuando éste se afianza en lo peor de cada alternativa, y así se consigue que el desconsuelo no llegue en oleadas sino transformado en una permanente pleamar. Convendrá subrayar que no estoy abogando por el conformismo para dejar el campo libre a oportunistas y embusteros de toda laya, pero habrán observado conmigo que la tendencia mediática es a profundizar en la fatiga cuando no el asqueo civil por sobre el elogio o el subrayado de evidencias que puedan cimentar la esperanza.

Naturalmente que el periodismo de investigación, tan necesario como insuficiente, se nutre mayormente de la denuncia y es un incentivo imprescindible para la ética. Sin embargo, no estaría de más sacar de vez en cuando a colación conductas admirables a fin de darnos respiro; en pro del contagio y aunque fuese para salir un rato del agujero. Respecto al empleo, por un decir, cierto es que ha aumentado la precariedad, pero en paralelo se han creado 12.000 nuevos salarios en el último año (pobres, temporales, de acuerdo?) y la cotización a la Seguridad Social se ha incrementado en cifras que rondan el 3,2%, aunque los sindicatos suelan anteponer siempre otras consideraciones. Europa exhibe carencias evidentes pero la cohesión tiene nada que ver con el pasado; la ecotasa será lo discutible que quieran pero allegar fondos para la mejora colectiva se antoja buena noticia y, por aludir a la sanidad y unas listas de espera que he denunciado otras veces, tendrían que conocer en detalle el funcionamiento de las compañías privadas para decidir a qué carta quedarse. Es tema que queda en el tintero.

Todo lo excelso es difícil, afirmaba Spinoza, aunque de ahí a amilanarnos y asumir definitivamente el papel de perdedores, media un abismo. Por ende, no es cierto salvo que tras las elecciones por venir siguiera Rajoy al frente del Gobierno que siempre deba cambiar algo para que nada cambie. El caso es que costó lo indecible, en su día, imponer como derecho las vacaciones pagadas. Las pensiones son insuficientes pero ahí están, y nuestra organización sanitaria se cuenta entre las cinco mejores del mundo. ¿Hemos llegado ya y, desde ahora, sólo queda darnos por satisfechos? En absoluto, ¡faltaría más!, pero esforzarse en seguir con las mejoras no ha de tener como base de actuación la permanente frustración, ni decirnos al terminar el día y ante los mil y un fiascos en espera de mejor ocasión, que "nos rodea la noche angustiosa y cabalgamos hacia la destrucción" (Max Weber). Y no me saquen el cambio climático porque en ese caso colocarían a este columnista contra las cuerdas.

Pero más acá, siquiera en el próximo siglo y para nuestros nietos, no está todo perdido, de modo que conviene, siquiera de vez en cuando y por salud mental, colocar el descontento e injusticias varias en el capazo de la transitoriedad. Máxime porque el escepticismo, con relación a las posibilidades de lo que queda pendiente, es también una forma de conservadurismo que lastrará los esperados avances. No se ha erradicado aún la espantosa violencia de género pero hemos avanzado como nunca antes hacia la igualdad, y si es cierto que cada siete segundos muere de hambre un niño menor de diez años, también lo es que, desde 1900, la esperanza de vida ha aumentado en cincuenta años. Constataciones todas que, si más no, debieran atemperar alguna que otra vez la exclamación de Van Gaal en lo que se refiere a las pinceladas con que dibujamos este mundo nuestro, demasiadas veces con el color de una dolida subjetividad.

No obstante, y llegados aquí, convendrá no orillar la inversa de lo expuesto y recordar cuántas veces escuchamos leemos de logros o expectativas, frecuentes en boca de los políticos, que no son sino apuntes de conveniencia y según la lente que emplee cada facción y su color ideológico. ¡Pero arriba el ánimo!, porque a este respecto también puede aplicarse un lenitivo, si no para la esperanza, cuando menos para el temporal sosiego y es que, a expensas de lo que pueda suceder tras estos meses de gobierno provisional, hemos caído en un remanso donde la paciencia puede ser al tiempo un premio si Thoreau tenía razón y me da que sí cuando aseguró que el mejor Gobierno es el que no gobierna. Si fuesen por ahí los tiros, bienvenidas las discrepancias habidas. Y que sigan, mientras sostengan la buena ventura.

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