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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Elecciones, otra vez

Llámenme suertudo si quieren, pero el pasado 21 de diciembre titulé un artículo de análisis de las elecciones del 20D, que se publicó en estas mismas páginas al día siguiente: "Elecciones... o 'grosse koalition'". Y ya está fijado que vamos a nuevas elecciones. Quisiera precisar que fuimos multitud los que anticipamos lo que iba a suceder, no hay lugar para especular con dotes proféticas. Lo que previmos estaba inscrito (eso creo yo) en los resultados electorales y en las posiciones políticas de las fuerzas contendientes. Descartaba la opción de un gobierno del PP con la abstención del PSOE por su inestabilidad, por la competencia de Podemos en el ejercicio de la oposición y por la nula rentabilidad que el PSOE podía extraer de ella. Descartaba también la de un gobierno monocolor o en coalición del PSOE con el apoyo de Podemos y el nacionalismo periférico, entre otras razones, por la exigencia del referéndum de autodeterminación. Avanzaba que la grosse koalition, desde la óptica de la estabilidad y la consolidación de la recuperación económica era la fórmula que, en base a los resultados, concedía mayor seguridad, pero que era muy dudosa su viabilidad con los liderazgos de Rajoy y Sánchez. Y que la única salida (que no solución) eran unas nuevas elecciones. Ya estamos ahí. Intentemos escrutar lo que puede suceder.

Ha sido una constante la impresión, común a casi todos los analistas por no decir todos, que unas nuevas elecciones no van a cambiar de forma significativa los resultados de las anteriores. Se vaticina por parte de las empresas demoscópicas un resultado para el PP en torno al 28%, un resultado para el PSOE en torno al 22%, un descenso de Podemos en torno a un 3 o un 4% y una subida parecida de Ciudadanos. De momento es una incógnita si Podemos va a ir o no coaligado con IU. En caso de que así sea es objeto de conjeturas entre los especialistas si los 900.000 votos de IU se sumarán a los 5.200.000 votos de Podemos para conseguir el sorpasso al PSOE y cambiar las relaciones de fuerza en la izquierda; ya se sabe que en política la suma, a veces, resta. La impresión personal es que, aunque Pedro Sánchez consiguió gracias a su candidatura en la fracasada investidura una visibilidad que no tenía antes (el gran error de Rajoy), sus constantes requiebros a Iglesias, incluso después de que su portavoz Hernando proclamara que "no era de fiar", inoculan confusión y alimentan la sensación de que la fiabilidad no es una de sus virtudes esenciales, que es un personaje poco previsible y que despierta poca confianza. Pero la implantación territorial del PSOE asegura ese mínimo histórico que se obtuvo en diciembre. La buena acogida que tiene entre los electores Rivera queda en parte contrarrestada por la insuficiente implantación de C's en el territorio, por lo que una subida del 3 o el 4% no favorece que pueda incrementar más de 5 o 6 escaños. El descenso atribuido a Podemos hay que cargarlo todo en la cuenta de Iglesias que en todo ese tiempo se ha revelado como persona arrogante, narcisista, cursi e intolerante a la crítica periodística. Su constante intimidación a los periodistas que formulan preguntas incómodas revelan su talante autoritario.

Si no ha sido posible un pacto PSOE-Podemos porque no tenía suficiente respaldo parlamentario, el hipotético "sorpasso" de Podemos más IU al PSOE suponiendo que remontara el primero el descenso anunciado y consiguiera sumar los votos de IU, es aún más imposible un pacto Podemos+IU-PSOE. Con los datos de que disponemos es impensable un gobierno presidido por Iglesias; la aquiescencia del PSOE a una fórmula tan radical significaría el suicidio del PSOE. Hay que pensar por tanto las posibilidades de otros pactos. Se puede reintentar la fórmula del centro izquierda aliado al centro derecha PSOE-C's, que seguramente sería la ideal. Pero este es un ideal decaído y derrotado parlamentariamente y la nueva situación con un PP como lista más votada no permite aventurar el apoyo del PP o su abstención. Significaría haber perdido seis meses para nada. Exactamente igual sería la reflexión que contemplase la abstención de Podemos ante ese pacto.

Debido a la constante herida de la guerra civil y de su trágico pasado, este país cainita no ha podido hasta el momento configurar un mínimo común denominador entre izquierda y derecha que vaya más allá del acuerdo sobre el marco constitucional. Pero eso que en 1978 se revelaba como suficiente para encaminar a España por el mismo rumbo que discurrían los países europeos más importantes: un consenso básico en torno a la educación, a la regulación del sistema económico, al sistema laboral, a la política exterior y a la política territorial, después de los gobiernos sucesivos, ha demostrado ser insuficiente. Se hacen y se deshacen las leyes educativas ( además de cambiar las leyes se van alternando la imposiciones y retiradas de religión y educación para la ciudadanía), las laborales, se discrepa sobre política territorial (estatut catalán), se rompe el consenso en política exterior (guerra de Irak), todo aliñado con una corrupción generalizada. Así, tejiendo unos el telar de Penélope de día, destejiéndolo los otros por la noche, no se puede avanzar en un proyecto común para España. Es urgente configurar este mínimo común denominador. Pero la fuerza política que con más claridad ha expuesto esta necesidad, Ciudadanos, adolece de insuficiente respaldo electoral para configurarlo por sí misma. En la legislatura que declina ni siquiera era necesaria para configurar la grosse koalition.

La presencia asegurada de Rajoy y Sánchez como candidatos del PP y del PSOE dificulta extraordinariamente la coalición que el previsible resultado aconseja. Algunos analistas prevén en torno a los 128 escaños para el PP y 45 para C's. Lo que situaría un pacto entre ambos al borde de la mayoría absoluta. No digo que no sea posible. Pero lo que necesita el país para afrontar los retos que tiene planteados, la regeneración democrática, las reformas constitucionales, la ley electoral, la reducción del déficit, el desempleo juvenil y de los mayores de 50 años, la salvaguarda del sistema de las pensiones, un pacto educativo para dos decenios, el secesionismo en Cataluña, el desafío del terrorismo yihadista, la reforma universitaria, es un pacto más amplio que incluya al PSOE para poder afrontarlos todos. Ni Rajoy ni Sánchez deberían ser obstáculos para poder conseguir este pacto. Sánchez ya ha reconocido su error de llamar a Rajoy persona indecente en el debate preelectoral. No sé si podrá mantenerse al frente del PSOE después de las elecciones, sus adversarios internos desconfían de él más que nunca. Ha revoloteado como una falena en torno a la luz de la presidencia. Pero se ha abrasado.

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