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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

El pueblo se equivocó

Conozco al menos a una ciudadana que perdió los billetes de avión para sus vacaciones navideñas porque, con escaso margen de maniobra, Mariano Rajoy le cambió el panorama laboral al señalar las elecciones el 20 de diciembre. Entre la copa de la empresa y el festival de villancicos de los niños. Ahí demostró que le importa un pimiento el normal devenir de las familias españolas, que suelen prever sus desplazamientos con tiempo para que les salgan más baratos y sobre todo en fechas como esas. Cinco meses después, y dada la incapacidad de los negociadores políticos para configurar cualquier alianza que alumbre un gobierno se anuncian nuevos comicios. Otra fiesta de la democracia, esta vez mientras muchos curritos preparan las maletas para irse de veraneo, agotados tras medio año intenso, algo que no pueden decir sus señorías. En la segunda ronda de contactos con los partidos, y viendo ya que no había solución posible, el rey ha pedido una campaña "austera", y que no se "canse" a los electores. No deja de ser curioso que el jefe del Estado, un cargo adjudicado por herencia en España, se preocupe por el coste de las elecciones, un dineral que sale exactamente del mismo sitio que paga las vacaciones secretas de su familia y la seguridad de su hermana Cristina cuando viene a declarar ante el tribunal que juzga el caso Nóos, o sea, de nuestros bolsillos. Felipe VI ya centró en la austeridad su discurso de la última Navidad, sentado en la silla dorada en el salón del Palacio Real, y no, como era tradición, en el despacho donde ha ido recibiendo a los representantes públicos salidos de las urnas. Pura incongruencia. La austeridad ha servido de coartada durante la crisis para recortar derechos sociales, y a la vista está que no funciona como criterio impulsor de consensos. Devolver, euro a euro, los salarios percibidos por los diputados y senadores durante este año sería una manera más concreta de abordar la cuestión del ahorro institucional. Ahí habría dado el rey una recomendación valiente y con destinatario. Mucho pedir para una figura que limita su papel a verlas venir.

Con todo, incluso quienes imaginamos un futuro en que se pueda elegir por sufragio también al presidente de la república podemos coincidir con el monarca en lo que respecta al cansancio. Es lo mínimo que sentimos quienes nos tomamos la tarea de depositar nuestro voto en una urna, lástima que no acertásemos con el resultado del bipartidismo para hacerles la vida fácil a los profesionales de la política. Hastío, cabreo, decepción. Repetir las elecciones hasta que salga un resultado que les convenga, una cosa sencillita. Otra vez en campaña, otro festival de la democracia. No servirán los mismos eslóganes de diciembre porque hay una cuantas cosas que ahora sabemos: que la corrupción del PP crece exponencialmente, y ya hasta dimite un ministro; que el PSOE no elige sus socios a la izquierda, con lo que la izquierda ha perdido la oportunidad (quizás la única que tendrán) de gobernar y le han dado un inmerecido balón de oxígeno a Rajoy; que las líneas rojas de Podemos les enredan hasta hacerles caer; que Ciudadanos solo puede pactar con la derecha, y lo hará sin remordimiento por ser infiel a su convenio prenupcial con Pedro Sánchez, y que Cataluña se presenta como el problema siempre que la solución es progresista. Todas esas personalidades arrebatadoras incapaces de ceder y sus aciagos estrategas van a tener que dosificarse durante dos meses para paliar la desafección de la gente. Porque si el voto no es herramienta de cambio, ¿servirá para algo la abstención?

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