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Norberto Alcover

Ser máximos en lo mínimo: Francisco en Lesbos

Con los años y el tiempo ambivalente, he llegado a la conclusión de que, siendo nuestra sociedad tan intensa y extensa en su maldad, intentar llevar a cabo grandiosas acciones bondadosas es de una inutilidad absoluta por la sencilla razón de que suelen ser imposibles, sobre todo a nivel individual o meramente cívico. De pequeño, estaba obsesionado con la "conversión de China" y "el castigo de los comunistas": el ambiente lo impregnaba todo de unos males que impedían ver los propios, los de aquí. Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que también aquí se desarrollaban "cosas inhumanas", como herencia de una llamada "guerra civil". Y con los años, decidí hacer todo lo posible por acabar con la doblez de interpretación y de lenguaje. La verdad encorajinada. La lucha contundente contra la maldad para imponer la justicia, la libertad y la paz auténticas. Cayera quien cayera. Hasta que con las oscilaciones de las consecuencias de los planes universales y engaños mil, he caído en la cuenta de que solamente las pequeñas acciones han sido capaces de remediar algunos grandes males, sobre todo si muchas pequeñas acciones suman sus intenciones. Es decir, aliviarlos. Disminuirlos. De manera palpable. Sin engaños. No es que haya renunciado a la necesaria utopía, es que he descubierto que la utopía se verifica en gestos máximos desde lo mínimo o jamás sirve para nada de nada. Nos pasamos la vida gritando sin oficio ni beneficio. Acabamos afónicos y los de siempre dicen que era de esperar, que soñabas en el vacío, que nunca entendiste algo de la realidad. Un tontito intelectual inútil. El poder, idiota, que esto va del poder, del poder puro y duro.

El viaje del papa Francisco a Lesbos funciona así: lo máximo en lo mínimo. Máximo es el significado de su presencia, si bien la realidad de tal presencia sea mínima en la vorágine de refugiados y pobre gente de la isla de marras. Pero ha ido. Ha estado. Ha gritado. Y ha señalado con el dedo moral a tantos y tantas que gritan como descosidos, incluso entre quienes ostentan poder objetivo, pero persistente en sus actitudes criminales al favorecer el desastre de tantísimas personas inocentes. Y hasta algunos pretenden que todo este drama humano es una estrategia del Islam para introducir a sus huestes en esta precaria Europa, muerta de materialismo. Pero aunque fuere así uno es consciente de que ante la muerte de un solo hombre puede que musulmán, al margen de las estrategias circundantes, deben de arbitrar medidas para tratar de impedir una segunda muerte.

Si no pensamos así, supeditamos la vida a la sobrevivencia a cualquier precio. Morir carece de valor moral, es decir, ético, es decir, cristiano. El papa Francisco ha ido a Lesbos, ha estado allí, le hemos visto y oído, y sabemos que la justicia más elemental nos obliga a seguirle puede que en detalles, pero detalles que plantean lo máximo en lo mínimo. Seguramente no iremos a Lesbos o semejantes, pero, sin lugar a dudas, podríamos manifestarnos en silencio y en esta Palma para mostrar nuestro dolor ante las salvajadas que estamos haciendo los europeos. Además, resulta que nosotros, españoles, hemos llevado a cabo la heroicidad de admitir a 18 refugiados en nuestra tierra. Un gesto antológico donde los haya, digno del Cid o de la llegada a las Américas. Qué tipos estamos hechos.

Dejémonos de repetir en voz alta, y en letras escritas, gritos utópicos de poca relevancia en cuanto tales, para sustituirlos por máximas rebeliones si bien en mínimas acciones, una manifestación silenciosa, insisto, un manifiesto periodístico pagado con nuestro dinero, algo de algo que nuestros descendientes puedan exhibir como memoria relevante de nuestras pequeñas vidas. ¿Solucionaremos algo importante? Puede que no. Pero habremos hecho algo en concreto, habremos manifestado que nos revienta lo que sucede, actuaremos como ética y evangélicamente debemos de hacer. Y por supuesto, político alguno que no haya movido su capacidad para actuar objetivamente en esta cuestión, merecerá nuestro voto en su momento. Hay que tener muy en cuenta lo que sucede hoy a la hora de votar mañana. Intentaremos recordarlo en su momento.

Lo máximo en lo mínimo, como el papa Francisco. Utopías concretadas en acciones posibles: llevarse unos refugiados a casa, por ejemplo. La máxima corrupción es aquella que nos acostumbra a desconocer los derechos humanos de los "descartados". Por favor, no abdicar. Por lo menos, del todo.

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