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El sótano de Literanta

Seguimos argumentando en esa mesa ovalada que está en el sótano de Literanta. Hay momentos de alta graduación argumentativa alternados con algunos minutos de asueto intelectual, más que nada para rebajar la intensidad. El pensamiento también necesita respirar, tomar aire y distancia para contraatacar con mayor virulencia y efecto. Y afecto, no lo olvidemos. Tampoco olvidemos que cuando Canetti escribió este ensayo, internet ni tan siquiera era una idea. No era nada. Las masas han cambiado, y más que las masas, los espacios en los que ésta actúa. Hay masas en Twitter que piden la guillotina y se dedican a apalear verbalmente como si tuvieran un tic nervioso. Eso sí, la masa sigue formándose en las plazas y en las calles de las grandes ciudades. El origen de la masa es un misterio. Una manifestación de miles o millones de personas parece surgida de la nada. Sin embargo, alguien tuvo que echar el primer tronco al fuego para que, más tarde, este fuego ganase volumen y se convirtiera en hoguera y, quizá, en incendio. La masa también necesita, para subsistir y justificarse, un enemigo externo. La tensión la hace fuerte. Una masa sin enemigo o adversario acaba por perder fuerza y, al final, diluirse y desaparecer. Pero uno se harta de ser masa y anhela volver a ser un individuo a solas, alejado del rebaño. Ese punto antisocial que todos tenemos.

No es lo mismo pensar en voz alta en un ático que hacerlo en un sótano. Sin duda, la diferencia es notoria y los espacios, como las circunstancias, son decisivas. Sólo sé que en el sótano de Literanta ocurren cosas. Literanta, que acaba de cumplir once años, adolescente precoz, casi Lolita.

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