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Bruselas y el populismo

Últimamente se ha establecido en alguna parte la comparación entre Donald Trump y Pablo Iglesias, populista liberal el uno, más o menos chavista populista de izquierdas el otro. Y si en un caso, el norteamericano, nadie duda de que el sólido sistema de equilibrios institucionales de los Estados Unidos impedirá que un personaje así escale hasta la presidencia del país, en el otro caso la fe está depositada en Bruselas: serán las instituciones europeas las que nos protejan del otro populismo.

Sin embargo, esta protección es relativa. Llega a mis manos una entrevista que acaba de aparecer en la prensa española a José Juan Ruiz, economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, y el periodista le pregunta precisamente sobre esta cuestión, el papel de Bruselas como garante de que no incurriremos en excesos populistas. Y su respuesta es clara: tras denegar con la cabeza, responde: "En 1945 también creíamos que la Europa democrática nos iba a librar de Franco... La gente piensa que el populismo solo se da en lugares como Macondo, donde la lluvia dura cuatro años, once meses y dos días y está todo lleno de mariposas amarillas, pero somos muy iguales y, cuando nos ponen frente a situaciones duras, nuestra reacción es similar. La cultura es una capa muy, muy fina de nuestra conducta".

En otras palabras, Bruselas nos puede alertar del populismo pero no estamos ni mucho menos completamente a salvo si no oponemos nosotros también la propia resistencia.

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