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Periodismo incendiario

La propaganda al servicio independentista

El propagandismo no es la mejor receta periodística. De manera que el gesto de Empar Moliner quemando en directo en TV3 un ejemplar de la Constitución, después de que el TC anulase el decreto de la Generalitat “contra la pobreza energética”, no es más que filfa y postureo, como se dice ahora. Del mismo modo que el citado decreto, que utiliza la marginación social como excusa para predicar el independentismo frente al taimado poder central. Pero estamos acostumbrados a este tipo de demagogia.

Se trata una vez más de una actitud populista y hasta obscena por parte de un gobierno que gasta 45.000 euros al año en una consultoría sobre su deuda, invierte cantidades de dinero indecentes en promocionar a las selecciones catalanas, abre delegaciones en medio mundo y desembolsa, por ejemplo, un millón de euros con el fin de fomentar la lengua vernácula en Valencia, mientras que no puede pagar la deuda a sus funcionarios. O, sin ir más lejos, un gobierno que ofrece garantías inconstitucionales a las familias necesitadas que sufren cortes de suministros de luz y calefacción por impago del recibo. Para hacer periodismo de denuncia, a Empar Moliner, en vez de quemar un libro en un bidón, con lo que ello además comporta, simplemente le hubiera bastado con citar éstas u otras contradicciones en el gasto superfluo de la Generalitat. Pero no; lo único que ha hecho es prenderle fuego a las hojas de la Carta Magna y reprochar a sus señorías del Parlament su silencio ante la decisión del Tribunal Constitucional de anular el decreto.

El periodismo de Moliner, al servicio de la propaganda independentista catalana, es en cierto modo como el de la reportera húngara que zancadilleó al desesperado inmigrante sirio que trataba con su familia de alcanzar la tierra de promisión. Cualquier cosa en busca de una instantánea, una pose, para obtener el efecto viral deseado. El mundo es así de necio, banal e inconsistente.

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