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Joaquín Rábago

Pez grande se come al chico o al menos lo intenta

Nos lo contaba la prensa internacional esta semana. El pez grande era en este caso la farmacéutica estadounidense Pfizer, uno de los gigantes de tan lucrativa como insaciable industria. El chico, la compañía del mismo sector Allergan, con sede en Irlanda, país que, como ocurre con Luxemburgo y otros Estados de la UE, es el equivalente de un paraíso fiscal para las grandes empresas.

La operación la justificó el consejero de Pfizer, el escocés Ian Read, un hombre que al menos no tiene pelos en la lengua, por la oportunidad de ahorrarse el pago de impuestos multimillonarios en Estados Unidos. La idea era trasladar a Dublín, donde está radicada Allergan, o a algún otro lugar de Irlanda el cuartel general de Pfizer, aprovechándose de la baja fiscalidad de ese país comunitario.

El proyecto no prosperó finalmente por culpa de „o gracias a, según se mire„ de la nueva legislación estadounidense, destinada a impedir ese tipo de operaciones. No era la primera vez que Read intentaba comprar otras compañías farmacéuticas: lo intentó ya en 2014 con la británica AstraZeneca, pero sin éxito, entre otras cosas, por la oposición del Gobierno de Londres.

También se fijó en otros laboratorios extranjeros en dificultades como el canadiense Valeant o la compañía británica GlaxoSmithKline, hasta que se decidió por la irlandesa. Dicen los analistas que, próximo a jubilarse, Read quería pasar a la historia de su compañía como el hombre que hizo una gran operación en beneficio de sus accionistas, pero calculó mal la firmeza del gobierno de Barack Obama en ese tema, sobre todo en época preelectoral.

La legislación propuesta por el Tesoro estadounidense habría recortado fuertemente los beneficios fiscales que Pfizer se prometía de esa operación y aunque la compañía podría haber recurrido a los tribunales, habría resultado en un proceso muy costoso. Como señala el diario económico Financial Times, el problema para Pfizer es que desde que hace cinco años venció la patente del Lipitor (contra el colesterol), el fármaco más exitoso de la historia, y caducaron o lo harán otras en los próximos años, los accionistas no pueden esperar tan pingües beneficios como en el pasado.

Algo parecido le pasa a la irlandesa Allergan, que está vendiendo ya a otro grupo su negocio de genéricos „versiones más baratas de fármacos ya no sujetos a patentes comerciales„ para con el dinero obtenido poder dedicarse en el futuro a nuevas adquisiciones. El mayor negocio de los gigantes del sector es la compra de pequeños laboratorios que desarrollan nuevos fármacos, es decir explotar la inventiva ajena, aumentar los precios de esos productos y con ello los beneficios de sus accionistas.

Y eso se consigue gracias también al fuerte ahorro de impuestos sobre los multimillonarios beneficios que posibilitan países como Irlanda que se dedican claramente a una desleal competencia fiscal.

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