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Eduardo Jordà

Que tengan suerte

En la calle veo a una pareja cogida de la mano. Los dos arrastran bolsas de viaje y parecen dos turistas felices que acaban de bajarse del avión

En la calle veo a una pareja cogida de la mano. Los dos arrastran bolsas de viaje y parecen dos turistas felices que acaban de bajarse del avión. Son muy jóvenes y está claro que se lo están pasando bien. Sonríen mientras miran la calle con atención y sorpresa y gratitud, como si todo lo que ven fuera no sólo igual a como habían imaginado antes de partir, sino mucho mejor. Y ahora, por fin, están en ese lugar en el que siempre habían querido estar.

Cuando me acerco, noto que no parecen tan jóvenes, sino que aparentan el doble de edad que les había asignado: no tienen veinte años sino tal vez cuarenta. Ella tiene la nariz demasiado afilada y un maquillaje extraño a esa hora de la mañana. Él está mal afeitado y lleva una camiseta arrugada con una mancha roja que quizá sea ketchup o vaya usted a saber. Me fijo en las bolsas de viaje. Están viejas y sucias y tan sobrecargadas de bultos que están a punto de reventar. Son dos vagabundos, sí, dos personas que viven en la calle o en un albergue o Dios sabe dónde. Pero la expresión de alegría y de gratitud no se ha alterado: los dos parecen estar muy seguros el uno del otro, muy contentos de estar donde están y muy felices de poder caminar cogidos de la mano. Hay algo indestructible en ellos, algo que parece hacerlos invulnerables a todo lo que les pueda ocurrir, al menos mientras tengan las manos cogidas y sigan caminando en la misma dirección. A pesar de sus rostros avejentados antes de hora, y a pesar de esas maletas rotas y llenas de bultos que parecen contener todas sus pertenencias en este mundo, hay tanto amor entre ellos que incluso uno diría que todo eso les da igual. Vivan como vivan, duerman donde duerman, en la calle o en un albergue, se tienen el uno al otro y con eso les basta. No necesitan nada más. No piden nada más.

Supongo que esa pareja no sabe si tenemos gobierno o no, y lo más probable es que nada de eso les importe un pimiento. Tampoco creo que sepan que llevamos cien días con un gobierno en funciones ¿gobierno en funciones, qué demonios es eso?, ni mucho menos que lo más probable es que vaya a haber otras elecciones, unas elecciones que tampoco resolverán nada. Pero ahora que caigo, el verbo "resolver" no significa nada para ellos, o quizá sí, significa mucho, pero no lo que nosotros pensamos, sino una cosa muy distinta. Porque resolver, para ellos, sólo significa llegar juntos hasta la noche, y seguir cogidos de la mano al día siguiente, y seguir mirando las cosas la gasolinera, la avenida, los autobuses llenos de gente con la misma atención y la misma gratitud que tenían cuando los he visto pasar. Y todo porque al menos se tienen el uno al otro, y eso es mucho más de lo que podían esperar de una vida que creían fracasada para siempre.

Pero los de arriba, los que discuten, los que se han pasado cien días dedicados al postureo y a hacer teatro de pésima calidad como una de esas obras de teatro que montan unos cuantos jubilados para recoger fondos para una rifa, ¿piensan alguna vez en la gente que vive como esta pareja? ¿Saben que existen? ¿Y saben que esa pareja, fuera quien fuese, no habría podido imaginarse hace cinco años que un día iba a acabar en la calle arrastrando una bolsa llena de trastos? Los de arriba, repito, los que dicen buscar pactos y se han pasado tres meses reuniéndose en busca de una solución, esa palabra que la pareja no entiende en el mismo sentido en que la entienden ellos. Los de arriba, insisto, ¿tienen alguna idea de la existencia de esa pareja? Y si es así, ¿se han parado alguna vez a pensar en ella mientras hacen una pausa en una de sus trascendentales reuniones políticas? Y yendo más allá, ¿se les ha aparecido alguna vez la imagen de una pareja así cuando entran y salen de las reuniones o dan sus ruedas de prensa ante cientos de cámaras y fotógrafos? ¿O cuando hacen sus pomposas declaraciones sobre lo que necesita el pueblo o sobre lo que será bueno para los ciudadanos o sobre lo que quiere la gente, ah, la gente, la pobre gente?

No, claro que no. A todos ellos les preocupa demasiado el pueblo o España o la ciudadanía o la gente como para caer en la cuenta de la existencia de una pareja así. No va con ellos, no entra en sus planes. ¿Para qué? Además, el significado de la palabra "solución" es distinto para unos y otros, así que no hay nada que hacer. Pero de momento la pareja sigue cogida de la mano, mirándolo todo con asombro y gratitud. Que tengan suerte. Sí, que tengan suerte.

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