El descubrimiento de los "papeles de Panamá", que parecen ser algo así como la punta del iceberg de la defraudación socioeconómica de este país a gran escala, cambia la percepción que teníamos muchos españoles de la corrupción, tan presente en la legislatura que con tanta dificultad concluye.
En los últimos meses/años, el panorama ha sido invadido por una eclosión gradual e interminable de casos de corrupción política, formada inicialmente por los casos Bárcenas, Urdangarin, Gürtel, ERE andaluces y Formación, acrecida más tarde por un verdadero torrente de episodios entrelazados entre sí que lo han enlodado todo o casi todo. La sociedad ha llegado a pensar que la clase política se había descarriado en bloque, a despecho de una sociedad civil que mantenía intactos los valores y que tenía que rebelarse masivamente para poner coto al desmán? Ahora se ve que las cosas no son tan sencillas: que tras la corrupción política, que ha sido muy grave y que sin embargo va embridándose gracias al buen hacer de las fuerzas de seguridad y del poder judicial, existía una putrefacción social de fondo, mucho más cuantiosa, auspiciada por una elite que, después de muchos años de expolio a la Hacienda española, guarda su botín en Panamá, a salvo de redistribuciones impertinentes. La pintura del conjunto es mucho más negra de lo que nos habíamos imaginado, y habrá sin duda que aclarar esta corrupción de alta alcurnia antes de que pueda darse por zanjada la degradación de nuestra política.