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Matías Vallés

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Metáfora porno de Silvia Cano

La diputada socialista Silvia Cano mantuvo un interesante debate contra el director de IB3, sobre la permanencia de la retransmisión de la misa dominical...

La diputada socialista Silvia Cano mantuvo un interesante debate contra el director de IB3, sobre la permanencia de la retransmisión de la misa dominical. Los telespectadores del oficio religioso superan en número a los asistentes en vivo a todas las misas celebradas en Balears. La parlamentaria rebatió el argumento del peso de la audiencia con una metáfora excelente. También el cine porno tendría éxito, pero no es razón suficiente para programarlo en una televisión pública. De inmediato se abatieron sobre Cano los escandalizados profesionales, que la conminan a pedir perdón por su acierto dialéctico, y la amenazan incluso con la cárcel porque el Estado miserable ha penalizado la crítica a las religiones. Y no precisamente para proteger al cristianismo. La fiereza de la reacción tambalea incluso la convicción de quienes somos favorables a la misa televisada que ni sabíamos que existía, porque tememos que el dócil PSOE quiere sustituirla por la otra única religión verdadera.

Si una alusión parlamentaria merece cárcel, habría que crucificar a Cristo por introducir en los Evangelios a figuras controvertidas como la diabólica María Magdalena, "de la cual habían salido siete demonios" según Lucas en otra impecable metáfora. Desde los hermanos Karamazov nos constaba que la jerarquía eclesiástica asesinaría a Jesucristo si volviera a la tierra, pero sorprende el celo contra Cano frente a la ausencia de reacción del integrismo ante los sacerdotes que han profesado la pederastia, sin salir de Mallorca. O contra los obispos que violan los principios de morigeración que imponen a los demás.

Umberto Eco firmó hace unos años una columna sobre El quinto poder, que es a su juicio la prostitución. En el texto comparaba las páginas de internet consagradas a la figura de Cristo y al porno, una variante de la metáfora de Cano. El resultado era abrumador, pero no levantó la mínima polvareda en la atea Italia. Allí no disponen de un diputado como el moderado Antoni Camps, capitán de la cruzada contra Cano. Un liberal reivindicaría la misa televisada y el sacrosanto derecho a la blasfemia, pero no quedan especímenes de tal estirpe en el PP.

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