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Rondo a la Cruyff

Era el regate y dejar al defensa sentado, con la cintura quebrada y abrumado de resentimiento. El cambio de ritmo y el cigarrillo antes y después de jugar el partido. No sé si el chicle durante los noventa minutos. Años después y tras el infarto, la resignación del chupa-chup, triste aunque infantil sustituto del Lucky Strike o lo que fuera. Era la libertad que se respiraba en Amsterdam. El placer del fútbol, la rebeldía y la insolencia. Era el 5 a 4, y nunca el rácano, mezquino e interesado 1 a 0. Era un miembro de alguna banda de pop-rock. Era el humor. Eran los años 70, años de medias bajas, melena y patillas y la camisa por fuera. La relajación y, a la vez, la tensión de la belleza en acción. El balón en los pies, el primer toque y el fulgurante desmarque a un lugar libre de defensas ceñudos y aguerridos, como si en su intensa galopada Cruyff buscase el alivio de la modernidad.

Su fútbol pop aterrizó en un país, el nuestro, que estaba inmerso en la penumbra, la rigidez y los estertores rencorosos de un régimen que aún coleaba. Fue la nota de color en el centro de la oscuridad. Fue, más tarde, el entrenador que rompió con el espíritu del catenaccio, ese sistema arcaico, amurallado y cementoso que lo fiaba todo a una defensa impenetrable que se dedicaba a destruir el juego, la imaginación, la habilidad, en fin, el arte. Uno no sabe si daba muchas indicaciones o, simplemente, se limitaba a decirle a sus jugadores: salid a disfrutar. Porque, sin duda, tanto en su etapa de jugador como en el periodo de entrenador, Cruyff optó por la belleza y nunca se olvidó de que, al fin y al cabo, el fútbol es un juego y al juego uno acude con ganas de pasárselo bien y, de rebote, hacérselo pasar bien a los demás, a los que miran, a los espectadores que, si son gente sensible, no pueden, no podemos hacer otra cosa que agradecérselo.

Luego, ataviado con una gabardina, le vimos chutando una cajetilla de tabaco, mandándola a la grada o directamente fuera del estadio. Y nos supo mal aquel infarto, aquel aviso, como también nos supo mal aquella renuncia al tabaco, sobre todo para quienes aún éramos fumadores. Cruyff era también la brusquedad surrealista en el lenguaje, un mal castellano que conservó intacto hasta su muerte y que, no obstante, le sirvió para acertar de lleno en sus breves y antológicos análisis futbolísticos. Imprevisible tanto en el terreno de juego como en las entrevistas y ruedas de prensa, capaz de provocar la carcajada general así como la irritación de los directivos, véase Núñez, un hombre que carecía de sentido del humor, su perenne expresión de asco existencial así lo atestiguaba. En cualquier caso, Cruyff era un poco la síntesis de lo que significa o significaba la ciudad de Amsterdam. Una ciudad liberal y comprensiva, abierta y relajada. Aunque su modo de jugar, eso sí, fuera más bien nervioso y eléctrico. La inspiración del desenfadado. Una síntesis del ángel y el duende lorquiano.

Vicente Del Bosque, un señor salmantino y sensato, admitió con humildad y sabiduría mesetaria que él nunca pudo frenar a Cruyff debido a la ya proverbial lentitud y parsimonia que desplegaba el actual seleccionador nacional. Ni tan siquiera lo pretendió. Don Vicente, su antítesis, distribuía el juego con mucho temple y serenidad y, como ya cantara Krahe, que corra el atleta. Y hablando del Madrid. Luego, vendría la seda y el arte majestuoso de Zidane, voilà, 'Zizou'. El club blanco debería, si es paciente e inteligente, aferrarse a ese arte del francés. Lo tiene en casa. Zidane es el hombre.

Cruyff ha pasado los bártulos a sus herederos naturales. Él tuvo la idea, y los demás han ido insistiendo, incluso perfeccionándola. Esa idea que se fundamenta en la posesión del balón a base de triangulaciones agotadoras y desesperantes para el rival de turno. Cruyff era el golpe de genio, la improvisación, el descaro, un poco la suerte de los audaces. En fin, el creador de todo lo que vendría después y que fundó escuela. Los que vinieron más tarde, véase el discípulo Guardiola, le pusieron más ciencia, método y pragmatismo al asunto.

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