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Antonio Papell

El pacto constitucional

El constitucionalista Francesc de Carreras es uno de los analistas políticos más prestigiosos de la intelectualidad catalana no nacionalista, y acaba de publicar un resonante artículo en el que pone de manifiesto que existe una "homogeneidad básica entre conservadores, liberales y socialdemócratas en la Europa de los últimos setenta años", por lo que, tras el 20D, lo lógico hubiese sido que el PP, que ganó las elecciones, hubiera intentado formar una mayoría al estilo de la gran coalición alemana, opción que se frustró no cuando el PSOE se negó informalmente a ello sino cuando Rajoy desistió de intentar la investidura. A posteriori argumenta Carreras, PSOE y Ciudadanos formaron "la mayoría relativa más numerosa de la cámara", pero, recurriendo a la misma lógica democrática, lo natural sería ahora que el PP intentara sumarse a este acuerdo para que la solución no haya de salir fuera del pacto constitucional originario de nuestro régimen político. Se entiende, aunque el articulista no lo dice, que tal adhesión habría de formalizarse renunciando Rajoy al liderazgo que perdió al rechazar someterse a la investidura y permitir así que otros lo intentaran. De cualquier modo, no parece en absoluto que el todavía presidente en funciones haya pensado siquiera en esta posibilidad, ya que él mantiene que la renuncia a la invitación institucional del Rey no fue un error.

No es en cambio lógico a juicio de Carreras que el PSOE todavía considere la posibilidad de unirse a Podemos ya que no es cierta la concomitancia izquierdista entre ambas organizaciones puesto que la segunda de ellas es sencillamente populista. Y así habría quedado de manifiesto a través de los virajes ideológicos de Iglesias y su gente a lo largo del recorrido político que ya tienen acreditado.

La ilación argumental de Carreras es impecable en abstracto, pero tropieza con algunas objeciones en la práctica. La primera y principal es que el PP no es hoy día un partido más sino que viene trágicamente marcado por una historia reciente de corrupción estructural inhabilitante que debe ser saneada antes de cualquier designio. Después del caso Bárcenas, del caso Gürtel, de los episodios de latrocinio sistemático de Madrid y Valencia, el PP no puede ser admitido como un interlocutor corriente en un pacto de gobierno ulterior a un gran cambio como el suscitado por las propias elecciones generales, en que han surgido dos grandes partidos "nuevos" que nacen precisamente de la constatación de que lo viejo debe experimentar transformaciones trascendentales o, simplemente, desaparecer.

En definitiva, la opinión pública no entendería en absoluto que el ostensible grito de la ciudadanía el 20D fuese zanjado mediante una fórmula de gobierno que, en el fondo, consistiría en más de lo mismo, con el consentimiento del PSOE y de Ciudadanos, que aportarían determinados matices a la continuidad. Si el PP quiere participar en una coalición, deberá depurarse primero internamente, expulsar de forma fehaciente todas sus adherencias corruptas, experimentar una catarsis integral y renovar sus cuadros porque los que hay no fueron capaces de impedir el desastre y de sanear después el partido.

Por lo demás, este PP ha interpretado que su papel de minoría mayoritaria le faculta para desempeñar un papel obstruccionista, como freno a cualquier modernización constitucional que se plantee. En estas condiciones resistentes y a la contra, es muy difícil contar con los populares para cualquier avance que vaya en la dirección que clamorosamente han señalado los ciudadanos al poner fin a las mayorías absolutas y al marcar las pautas de la negociación y el pacto como necesarias para el futuro político de este país.

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