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Antonio Papell

Iglesias abre vía a un gobierno

Probablemente la mejor explicación de lo sucedido ayer en el encuentro entre el líder socialista, Pedro Sánchez, y el de Podemos, Pablo Iglesias se resuma en esta expresiva frase del primero, pronunciada después de la entrevista: "Hoy estamos más cerca de un gobierno del cambio y más lejos de repetir elecciones". De eso no hay duda.

Un Pablo Iglesias totalmente distinto -y por ello mismo relativamente poco fiable- ofreció ayer un cúmulo de concesiones al Partido Socialista para formar preferentemente un gobierno progresista 'a la valenciana' -el gobierno de los 161 diputados-, que no supondría necesariamente la ruptura del pacto PSOE-Ciudadanos y que permitiría incluso que Ciudadanos se adhiriera "por activa o por pasiva" al acuerdo. Por añadidura, ante la evidente dificultad del PSOE de aceptar a Iglesias en un gobierno presidido por Sánchez -este no ocultó a aquel el rechazo que su figura suscita en el PSOE después de sus desconsideraciones durante el proceso de investidura-, el secretario general de Podemos manifestó su disposición a quedar fuera del hipotético Ejecutivo. En otro lugar de su rueda de prensa, Iglesias dijo con gran desparpajo que en este momento de la negociación "no toca hablar de nombres" sino "de políticas y de programas"; el contraste entre esta actitud y la que mantuvo cuando por primera vez ofreció con vomitiva arrogancia al PSOE una coalición, de la que él había de ser vicepresidente con el control del CNI, del CIS y del BOE, es tan notoria que por fuerza hay que asistir a este viraje radical con escepticismo.

A la línea roja del referéndum en Cataluña impuesta por Podemos, que el PSOE no podía aceptar, la propuesta que Iglesias ha efectuado a Sánchez y que este ha recibido con interés ha sido la de que el líder del PSC, Miquel Iceta, y el de En Comú Podem, Xavier Domènech, trabajen juntos en una propuesta de consenso.

En resumidas cuentas, Pablo Iglesias ha retirado su precondición de ser vicepresidente y de que Podemos ocupe una serie de ministerios en un gobierno de coalición -él se postuló y él se ha excluido, ha dicho lacónicamente Sánchez-; ha levantado el veto a Ciudadanos, dejando claro incluso que sería bienvenida una colaboración suya a la estabilidad y ha eliminado la precondición del referéndum de autodeterminación en Cataluña.

El cambio ha sido muy notorio, y sería absurdo no ver en él un claro avance hacia una fórmula, todavía indeterminada, de colaboración que dé lugar a un gobierno presidido por Sánchez. En cualquier caso, Iglesias ya se ha postulado como cabeza del grupo negociador que se siente a trabajar con su equivalente socialista para buscar el acuerdo.

Queda sin embargo bastante trayecto por recorrer. Pedro Sánchez, de momento, ha respondido a la propuesta de un gobierno basado en 161 diputados (la suma de los escaños de Podemos y sus confluencias, PSOE e IU), que por fuerza necesitaría de otros apoyos, el gobierno de los 199 diputados, que es la suma de PSOE, Podemos y Ciudadanos. Obviamente, no se trataría de un tripartito sino de un bipartito con el apoyo activo o pasivo de la tercera fuerza. Sin descartar alguna fórmula imaginativa en la que pudiera hacer incluso ministros de las tres formaciones.

Con estos mimbres, que ahora hay que depurar, perfilar, decantar y ordenar, será difícil que no se consiga una fórmula de gobierno de cambio que emprenda la rectificación del rumbo que ha votado la ciudadanía, aborde la modernización del país y permita al Partido Popular emprender su inaplazable catarsis para que pueda también participar en las grandes reformas pendientes, la constitucional entre ellas, que deben abordarse en el inmediato futuro.

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