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Miquel Àngel Lladó Ribas

El monumento de sa Feixina, un bien a proteger

El pasado 22 de marzo acudí a la sede de ARCA con motivo de la inauguración de la exposición dedicada a Francisco Roca Simó, el arquitecto mallorquín que diseñó y erigió el monumento de sa Feixina, revestido posteriormente de la simbología totalitaria y fascista propia de la Dictadura de Franco, y que fue retirada en el año 2010 por el ayuntamiento que presidía entonces Aina Calvo, alcaldesa socialista de la ciudad, para adaptarlo a las exigencias y requisitos de la Ley de Memoria Histórica.

Se trata de una didáctica e interesante muestra fotográfica en la que se pueden apreciar los hitos más importantes de la carrera de Roca Simó. Llama la atención, por ejemplo, que uno de sus primeros proyectos, galardonado en el año 1906 con una distinción por parte de la Exposición General de Bellas Artes de Madrid, fuera el mausoleo para el presidente de la I República, Francesc Pi i Margall. O el sello de calidad y distinción que imprimió en algunas de sus obras más emblemáticas, como los edificios de Can Casasayas, Can Llofriu o la reforma del Gran Hotel Mediterráneo de Palma. Pero su impronta y buen hacer arquitectónicos no se limitaron únicamente a Mallorca; prueba de ello son intervenciones como la del escudo de la II República en el frontispicio del Mercado de Tirso de Molina, en Madrid, o los proyectos que llevó a cabo en las ciudades de Rosario y Buenos Aires, en Argentina, vinculados en su mayoría al colectivo de emigrantes mallorquines y españoles, como el Palacio Cabanellas o la Confitería La Europea. Aunque inicialmente se inscribió en lo que se podría denominar un Modernismo secesionista, recibió las influencias de Gaudí y el Modernismo catalán para ir evolucionando hacia las tendencias propias del movimiento Art Déco, próximo al racionalismo, del cual es una buena muestra el monumento de sa Feixina de Palma.

Coherente con su línea habitual de defensa y protección del patrimonio, especialmente con aquél amenazado por la especulación o por decisiones arbitrarias de cualquier signo político (no está de más recordar aquí su postura en temas como la destrucción del Pont des Tren, del arquitecto Bennàzar, o su defensa del emblemático Port Petit del Molinar), ARCA ha dedicado en todo momento sus esfuerzos a dialogar y a aportar argumentos que eviten lo que, desde un punto de vista patrimonial y de memoria colectiva, constituye un verdadero despropósito para la ciudad de Palma. Recalco el calificativo de arbitrarias, pues cabe recordar, una vez más y en el caso que nos ocupa, que ninguno de los partidos que conforman el pacto del gobierno del Ayuntamiento que preside José Hila contemplaron en su momento en sus programas electorales la demolición del monumento de sa Feixina, lo que democráticamente constituye un fraude y un engaño a los votantes que propiciaron esa mayoría municipal y, por extensión, a toda la ciudadanía de Palma.

Por otra parte no es propio de gobiernos de izquierdas destruir patrimonio, sobre todo en una ciudad en la que andamos tan escasos del mismo. Tampoco lo es atribuirle una ideología determinada o actuar guiados por el revanchismo; desde este punto de vista, la exposición dedicada a Francisco Roca Simó es una invitación a la cultura pero también a la abertura de miras y la eliminación de prejuicios, ambas en estrecha relación con aquello que vulgarmente llamamos sentido común. Conservar el monumento de sa Feixina es una llamada a la cordura y la sensatez, una oportunidad para restañar heridas aparentemente indelebles y, sobre todo, una propuesta sosegada y desapasionada sobre el valor del patrimonio y su papel central en la historia de las ciudades y su evolución social.

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