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De nuestra propia Medicina

No hay nada como la sobrasada. Con unas galletas de Inca, mucho mejor. Tanto, que hasta hace no muchos años era costumbre de los mallorquines que iban a pasar unos días fuera de la isla aprovisionarse con cierta cantidad de estos manjares en la maleta hábito que algunos de nuestros mayores se resisten a perder, convencidos de que ningún destino puede ofrecer alimento semejante. Por no hablar de la ensaimada. O de la coca de trampó, injustamente desconocida en el mundo entero y desprovista de fama en favor de la pizza. Y es que, para un mallorquín, no hay nada como Mallorca. Por muy lejos que uno se haya ido de viaje y sean cuales sean las maravillas de las que ha sido testigo, al vislumbrar desde la ventanilla del avión las cumbres de la Serra de Tramuntana, es Trenc o la bahía de Alcúdia, siempre piensa que es el mejor lugar para volver. Un tópico que ha servido de argumento para numerosos monólogos humorísticos: lo nostro, el amor propio.

Aún siendo ciertas todas esas cosas, no debemos olvidar que ésta también ha sido la tierra de Jaume Matas, Maria Antònia Munar, el Palma Arena, Can Domenge y una larga lista de etcéteras de los que no deberíamos estar tan orgullosos. Aberraciones que, en su tiempo, fueron aplaudidas con jolgorio por muchos mientras servían a otros para enriquecerse. Como Son Espases o el recién terminado Palacio de Congresos se admiten apuestas sobre cuánto tardará en dar nombre a su propio proceso judicial. Todas ellas justificadas en base a un chovinismo que raya la megalomanía.

¿Por qué Mallorca no puede tener su propio velódromo, o palacio de la ópera, o de congresos? Un razonamiento que ha conducido a España a ser el país con más kilómetros de tren de alta velocidad a ver por qué no van a poder los habitantes de Villabecerros de Abajo llegar al pueblo en media hora y a que numerosos de nuestros ayuntamientos estén endeudados hasta las cejas no va a ser menos Villabecerros de Arriba, que con quince mil habitantes se merecía su polideportivo con dos piscinas olímpicas. Que alguien me dé una razón para que Castellón no pudiera tener su aeropuerto, o Lleida. O Zaragoza su Parque del Agua. O Valencia su Ciudad de las Artes y las Ciencias.

Seguramente tendrá más utilidad, pero una sospecha que es el mismo motivo el que impulsa la puesta en marcha de la Facultad de Medicina en Balears para el próximo curso académico. Podemos ha vuelto a pedir al govern que suspenda el inicio de estos estudios con el apoyo del Foro de la Profesión Médica de España, que agrupa a los principales entendidos en la materia. Recuerdan en un informe que el número de facultades de medicina por habitante en España es casi el doble que la media europea ¿les suena?.

Tenemos un montón de universidades aunque para encontrar la primera española en el ránking mundial que mide su calidad haya que bajar al puesto número 166. Los médicos alertan del elevado coste económico que suponen los estudios de Medicina entre diez y once años de formación si se quiere ofrecer una calidad mínima aceptable. Sin embargo, al parecer lo más importante es que los estudiantes no tengan que salir fuera para hacerse médicos. Los de Mallorca, claro. Porque Menorca e Eivissa seguirán igual. ¿No sería mejor destinar el dinero a un sistema de becas que garantice que los menos pudientes económicamente salgan fuera a estudiar? Medicina, o lo que elijan.

Una siempre ha sido de letras. Quiero decir que desde que tenía trece años no he visto un microscopio de cerca. Lo cual probablemente me inhabilita para opinar sobre lo preparados que estamos para arrancar con la nueva disciplina. Aunque las instalaciones de Son Espases estén listas, una sospecha que hace falta algo más que unas probetas. Para empezar, unos sueldos suficientes para que buenos profesionales de la Medicina se dediquen a la docencia. El Foro recuerda asimismo "la elevada responsabilidad para la universidad, que no permite improvisaciones y obliga a abandonar objetivos localistas que entren en contradicción con el objetivo de mantener la calidad asistencial".

Y es que la pregunta fundamental que deberíamos hacernos es si, en el caso de que lleguemos a ser pacientes oncológicos por ejemplo, preferiremos que nos atienda un profesional formado con todos los recursos necesarios o uno de aquí, como la sobrasada. Cuando uno ignora una materia, lo mejor es confiar en los que saben cosa que los políticos se resisten a hacer una y otra vez. En este caso, los profesionales recomiendan a las autoridades políticas y académicas que abandonen sus planes en favor de soluciones más razonables, como convenios con otras universidades ya existentes que permitan ofertar los recursos hospitalarios y asistenciales que ya tenemos. Innecesaria e inconveniente, así califican a la nueva facultad. Sin embargo, una sospecha que no se les hará demasiado caso ante la posibilidad de colgarse la medalla de haber puesto en marcha "nuestra" carrera de Medicina.

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