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Llorenç Riera

La vestimenta de la fachada marítima

La definición y estructuración de la primera línea marítima de Palma está en permanente revisión y afectada por serias dificultades para sobrepasar los niveles teóricos. Basta mirar el Palacio de Congresos y su historial para cerciorarse de ello. Pero la fachada marítima más emblemática y más importante de Mallorca, no es solo la inmensa mole en desuso y ni siquiera la catedral que le da valor, identidad y patrimonio por si sola. Entre ambos enclaves está un amplio espacio en el que se levanta el edificio de Gesa, ahora Bien de Interés Cultural, con anexos aparcados en la indefinición y demasiado saturados de especulación y atascos de intereses varios, incluidos pleitos judiciales de por medio.

Habrá que vestir de una vez por todas a la fachada marítima de Palma, porque no hacerlo dice mucho de improvisaciones e incompetencias y porque en ello se juega mucho de la imagen turística de la isla. La bahía de Palma es una postal exclusiva, cierto, pero también puede ser una mala postal. De hecho, en este momento no ofrece su mejor perspectiva.

El gobierno tripartito de Cort, poco avenido con la tradición y la costumbre, tiene una rimbombante concejalía de Modelo de Ciudad no de ciudad modélica que ahora modifica trazos de planos conocidos y se decanta, por lo menos en parte, por la propuesta del Colegio de Arquitectos para dar vida a todo el perímetro. Se vuelve a acariciar la idea del bulevar y, en este sentido, a Cort le parece válida la propuesta de los dos edificios junto a Gesa. Alineados con la calle Joan Maragall, tendrían planta baja y sótano destinados a usos comerciales y tres plantas superiores con utilidades residenciales. Se les atribuye una ocupación de 7.850 metros cuadrados y una rentabilidad económica de 27,1 millones.

Pero el asunto está todavía más verde que el conjunto de pinos y otros espacios vegetales que también se planean en la zona. Llevarlo adelante implicará la modificación del Plan General del barrio. El teniente de alcalde Noguera, ha descubierto el proyecto como "muy bueno" pero sostiene que para materializarlo se debe atravesar un "amplio consenso" social y político. O sea, azaroso camino en esta tierra de intereses y conflictos encontrados.

Pero la fachada marítima no puede esperar ni al ciudadano le conviene que lo haga. Los responsables municipales darán muestra de su solvencia, en este aspecto, en la medida en que sean capaces de modular y canalizar el consenso al que alude Noguera. La primera línea del lugar más singular de Palma debe sobrepasar el experimento y el planteamiento teórico, salir del laboratorio, para transformarse de, una vez por todas, en expresión sólida de la madurez urbana y de la singularidad que, precisamente en este lugar concreto, la convierte en exclusiva. La puerta y la imagen importan mucho. Cuanto se acabe haciendo o deshaciendo en la fachada marítima repercutirá, invariablemente, en el conjunto de la ciudad. Conviene tener conciencia de ello.

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