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Llorenç Riera

Males y carencias de la Policía de Palma

Un vuelco absoluto y rotundo en los criterios, tanto políticos como administrativos y en las actitudes y predisposiciones profesionales de los agentes. Hagan el favor de aplicar esta terapia al cuerpo, ya muy dolido y limitado, de la Policía Local de Palma. Es la única forma de proporcionarle una rehabilitación eficaz, de oxigenar y regenerar su estructura, de dotarla de autoconfianza y, de paso, generarla en la ciudadanía con respecto a sus agentes de seguridad y servicio.

Si no se actúa de manera rápida y visible, los males severos que aquejan al cuerpo policial se expandirán por toda la logística municipal y el palmesano verá en Cort un problema antes que una solución y un referente. Parece que el consistorio no es consciente de que el malestar genera contagio y daños superiores. Las buenas intenciones y las declaraciones formales, más o menos contundentes, no son antidoto suficiente para hacerle frente. De ahí nuestra súplica de actuación firme y decidida. La Policía Local de Palma es hoy una fuente de constantes sobresaltos. Entre escándalos de irregularidades internas, corrupciones sujetas a investigación judicial y secreto sumarial, con 16 uniformados de la casa en prisión preventiva, nos percatamos ahora de que 257 agentes de la plantilla total de 880 con que cuenta el cuerpo, están en situación de baja médica. Es el 29%. Mucha casualidad para un momento tan crítico como el que vive en la actualidad el colectivo.

Ya no es la suma de agentes individuales lo que ha enfermado. Es el cuerpo en sí, quien está muy dolido y escasamente operativo. Podremos analizar las causas y los antecedentes, pero lo que resulta claro es que habrá que sanarlo, porque la Policía de Palma también tiene derecho a la salud y porque los habitantes de la ciudad no pueden enfermar a causa de los sobresaltos que hoy les ocasiona.

Resulta llamativo que el número de bajas laborales sea especialmente significativo en la Unidad de Intervención Inmediata, la más afectada por las tramas de presunta extorsión. En este punto no queda más remedio que recordar también el caso del médico, hoy en investigación judicial, que firmó una decena de bajas sin haber visto a los pacientes afectados. Si a todo lo expuesto añadimos las libranzas y los permisos ordinarios autorizados, resultará comprensible la dificultad de cubrir los turnos. El control del tráfico y las labores de vigilancia y seguridad pueden quedar sensiblemente afectados. Si sobre la Policía de Palma ya pesa el eterno sambenito de que es muy difícil hallarla en la calle, ahora mucho más.

Sin duda, una parte de las 257 bajas actuales están exentas de sospecha, pero otras no. En todo caso, se impone el orden y la revisión porque, insistimos, ya es el cuerpo colectivo de agentes quien está enfermo y su parte sana necesita aislarse del contagio. El día en que la Policía Local de Palma vuelva a proporcionar noticias y hechos positivos o, simplemente, se entregue a la discreción y el anonimato del trabajo profesional bien hecho, podremos comenzar a pensar que recupera su salud. Pero, permítasenos el pesimismo, nos tememos que la recuperación será larga. Eso, si el mal no se vuelve crónico.

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