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Antonio Papell

Podemos en crisis

Podemos salió a la luz como un partido "nuevo", dispuesto a enfrentarse a las viejas organizaciones, oligarquizadas e impenetrables. Sus métodos de democracia directa asambleas, elecciones primarias debían asegurar la gran transformación, que garantizaría la plena permeabilidad social de la organización creada teóricamente de abajo a arriba. Esta idílica visión empezó a cuartearse pronto, a medida que se fue viendo la carnalidad mortal del nuevo grupo, pero ahora, con la primera crisis de identidad, el mito se ha derrumbado: la destitución fulminante del secretario de organización por el secretario general del partido, mediante un oscuro comunicado emitido a altas horas de la noche que no informa de las verdaderas razones del cese, devuelve la condición terrenal a Podemos, que como es natural no ha podido hurtarse ni a las ambiciones de poder de sus cuadros ni a las pasiones inherentes a la condición humana.

La génesis del partido encabezado por Iglesias y Errejón comenzó de facto después de las elecciones europeas de mayo de 2014, en que dicha formación irrumpió por primera vez en las instituciones con el 7,97% de los votos y cinco eurodiputados. Pocos días después, unos centenares de afiliados de Podemos se reunieron en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid y, tras la elección de Luis Alegre en primarias, sentaron las bases del partido a través de diversos talleres de formación y una gran asamblea. Ya en octubre de 2014, en Vista Alegre, se consolidó el modelo de partido, que nacía como se ha escrito reiteradamente, con dos almas bien diferenciadas, la del "Podemos para protestar" y la del "Podemos para ganar". La primera, utópica y visceral, procedía sobre todo de Izquierda Anticapitalista, un partido radical de extrema izquierda que en teoría se diluyó en Podemos pero que todavía muestra solapadamente sus características. La segunda, pragmática, era la de Errejón.

Entre ambas visiones surgieron pronto varias diferencias de estrategia, la más relevante de ellas la ulterior a las autonómicas de marzo de 2015 en Andalucía, donde la lideresa local de Podemos, Teresa Rodríguez, procedente de IA, impuso sus rígidas líneas duras al PSOE. Rodríguez fue finalmente arropada por Iglesias, lo que hizo imposible el pacto con Susana Díez, en contra de la voluntad de Errejón, más partidario de mantener una buena relación con los socialistas. Iglesias habría actuado, pues, como un cabal leninista dispuesto a excomulgar a la socialdemocracia, "ala izquierda del fascismo" según la consigna de la Tercera Internacional.

Finalmente, las duras intervenciones de Iglesias en la sesión de investidura de Sánchez han terminado de acentuar la polarización interior. Errejón no ha disimulado su contrariedad ante la voladura de puentes con el PSOE, ni ante el tono abrupto utilizado por Iglesias en la primera parte del debate? Este nuevo choque ha agitado de nuevo al partido y hoy existe conciencia muy extendida en Podemos de que, una vez alcanzadas las instituciones, hay que proceder a una refundación del partido.

Sobre esto hay práctica unanimidad. Pero también en este asunto hay ciertas discrepancias: unos piensan que hay que encomendar la renovación a las bases y otros que debe hacerse mediante un proceso de elaboración intelectual. Sea como sea, la colisión existe, y aunque la intensa amistad que han mantenido Iglesias y Errejón ha suavizado las fracturas, la confrontación se producirá antes o después. Quizá se logre una síntesis o quizá es lo más probable el pragmatismo termine imponiéndose. A fin de cuentas, en estas lides, la prosa cotidiana termina desvirtuando cuanto de poético tiene la política.

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