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Joaquín Rábago

Una forma de gobernar

El presidente en funciones se niega, según hemos sabido por los medios, a dar cuenta en el Congreso del polémico acuerdo sobre los refugiados alcanzado por Bruselas con Turquía. El Gobierno lo ha justificado por el hecho de que hay actualmente un Parlamento distinto del que eligió en su día a Mariano Rajoy y por tanto no puede controlarle ni exigirle responsabilidades políticas.

Después de más de cuatro años de hacer siempre lo que le ha venido en gana en el Parlamento, abusando claramente de su mayoría absoluta, esa negativa del PP a dar explicaciones de sus actos ya no debería sorprender a nadie. Es una determinada forma de gobernar de un partido que, siendo, es cierto, todavía el más votado en las pasadas elecciones, insiste hasta el cansancio en que las ha ganado pese a no contar ya con la necesaria mayoría en la Cámara y no tener tampoco quien le "ajunte".

Y esa actitud, que, unida a su chapoteo en la corrupción, repele incluso a quienes ideológicamente están más próximos, Ciudadanos, debería ser suficiente para condenarle a la oposición, único lugar donde podrían hace el necesario examen de conciencia, elegir a un nuevo líder y aprovechar para regenerarse. Mientras tanto, en el otro extremo del espectro político, Podemos, se producen continuas divisiones un proceso de autofagia que los electores de izquierda no aciertan a comprender pero que ellos justifican por la propia democracia interna del partido.

Los ciudadanos deben de estar ya aburridos de tanto tuit y retuit, de tanto simulacro de una izquierda que combina una cierta solidez, algunos dirán rigidez, ideológica con una notable incapacidad para el compromiso en aras de la necesaria gobernabilidad del país. Y, entre ambos, tenemos a un partido socialista inmerso en sus propias contradicciones, que no sabe muy bien si mirar más bien a la derecha o a la izquierda, aunque parece preferir hacerlo en la primera dirección, es decir a Ciudadanos, y ello no sólo por pragmatismo.

Un partido que explica su negativa a formar una alianza de izquierdas porque no suma y obligaría a ir también con quienes "quieren romper España", pero que no ha logrado explicar todavía cómo va a encarar con su nuevo aliado el grave problema de Cataluña. Llegados a este punto, uno ya no sabe si lo mejor sería que todos dejasen de marear la perdiz y nos preparásemos los ciudadanos para afrontar nuevas elecciones en las que tendríamos al menos un poco más claras ciertas cosas.

Entre ellas, la incapacidad del PP para regenerarse mientras siga en el poder y con el mismo líder al frente, las afinidades electivas entre el PSOE y Ciudadanos y las contradicciones de Podemos y las distintas mareas de la periferia. El problema es que el PP de Mariano Rajoy seguiría todo ese tiempo al frente, negándose seguramente como ahora a dar explicaciones, en un momento en que en Europa se seguirán tomando decisiones que nos afectan muy directamente. ¡Pobre país!

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