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Antonio Tarabini

Dos meses de prórroga, pacto o elecciones

Pedro Sánchez ha perdido la batalla. Tenemos dos meses de prórroga para comprobar si es posible la investidura de algún candidato o estamos condenados a unas nuevas elecciones (¡de boquilla nadie las desea!) a finales de junio, por lo que no habría gobierno, como mínimo, hasta septiembre. Mientras, continuaría Mariano Rajoy presidiendo un gobierno en funciones para gestionar el día a día.

Los resultados del 20-D cambiaron de modo radical el mapa político español. Las mayorías absolutas, finiquitadas. Un Parlamento mucho más plural y diverso, con mayorías distintas según cual sea el tema. El bipartidismo, que se iba alternando en el poder, también ha recibido una estocada de muerte. Ahora son cuatro los protagonistas (dos viejos y dos nuevos). La alianza de dos partidos no es suficiente para superar una investidura, necesitan de un tercero y/o de varias formaciones políticas originarias de autonomías muy específicas. Esta nueva realidad política exige voluntad y capacidad de negociación y pacto, al menos con otras formaciones políticas. Pero los hechos han demostrado que tal "cultura del pacto" brilla por su ausencia en los partidos viejos y nuevos. En consecuencia, los pactos resultarán muy difíciles, si viejos y nuevos no cambian de estrategia y actitud.

Los populares, siendo los más votados, están a años luz de su anterior mayoría absoluta. A su líder Rajoy le cuesta encajar la nueva realidad. Desde el día siguiente de las elecciones considera que lo lógico, normal y justo, es que el PP forme gobierno presidido por él mismo. Y dado que no pueden gobernar solos, propone una Gran Coalición (PP, PSOE y Ciudadanos) sin considerar que Alemania no es España ni Merkel es Rajoy. Transcurren largos días lanzando cantos de sirena, sin letra ni música, a sus dos hipotéticos "socios". El Rey le encarga la responsabilidad de la investidura, y Rajoy no acepta, quedándose sin iniciativa. Su guión no ha cambiado ni una tilde. El desgaste del timonel es grande, y su Gran coalición es una quimera. Y es una realidad la existencia de "poderes fácticos", e incluso de silentes personajes significativos del PP, que desearían que Rajoy diera un paso atrás.

La otra alternativa posible es una mayoría reformista, de cambio y de progreso, en base a un pacto programático que posibilite un gobierno de coalición presidido por el socialista Sánchez. La base del pacto debiera ser la formada por PSOE, Podemos con sus confluencias,e IU. Pero, hoy por hoy, sus votos no son suficientes, se necesita como mínimo la abstención de Ciudadanos en segunda ronda y/o el voto de varios partidos de talante soberanista. Pero hay más, si pretendemos cambios reales es imprescindible el apoyo de otras fuerzas políticas también en el Parlamento para afrontrar los necesarios y urgentes cambios legislativos y reformas Constitucionales. En otras palabras, los pactos deberán incluir propuestas transversales, sin que ello tenga que suponer renuncias básicas en sus programas electorales. Y aquí comienzan los problemas.

Los podemistas quieren formar un gobierno para el cambio con los socialistas, pero con condiciones. Debe aceptarse su programa íntegro por ser el único que garantiza el cambio real. Además de seis ministerios relevantes, exige la titularidad de la vicepresidencia con máximos poderes (CNI, TVE-RNE, Poder Judicial...). Los socialistas deben aceptar con naturalidad una vigilancia sobre los cargos que ocupen (incluido el hipotético presidente Pedro Sánchez) dada la tendencia del PSOE hacia el socioliberalismo. Pablo Iglesias, como su máximo exponente, concibe su "asalto al poder", su juego de tronos, como el imperio de sus objetivos desde el gobierno y el control parlamentario. Me temo que no han leído o no han comprendido las palabras de su admirado Varourfakis al proponer una coalición política estratégica para una Europa de los ciudadanos: "Tal coalición es imposible sin contar con los socialdemócratas y los liberales".

Los socialistas no lo tienen fácil, a pesar de que Pedro Sánchez ha reforzado su imagen interna por los resultados del referéndum, y en parte la externa por reconocerle como mínimo iniciativa y coraje. Es cierto que obtuvieron unos malos resultados el 20-D, probablemente por las dificultades para reconstruir su propio discurso político que les posibilite recuperar la credibilidad y la confianza de la ciudadanía. Pero a su vez, el 20-D situó a los socialistas en una cierta "centralidad" simplemente porque matemática y políticamente es imposible una investidura y posterior gobierno sin contar con sus votos. Pero los socialistas, un tanto hartos de las idas y venidas de Podemos, abrieron conversaciones con Ciudadanos. Y redactaron un documento, con 200 propuestas, abierto a otras formaciones. Podemos sufre un furibundo ataque de cuernos. Ahora de nuevo Iglesias quiere pactar con el PSOE, pero exigirá a Pedro Sánchez muestras inequívocas de "arrepentimiento".

¿Algo va a cambiar en estos dos meses? De momento, no hay síntomas. ¿Puede haber cambios de actitudes ante los rumores de posibles presiones de las troikas (externas e internas) para la formación de un gobierno presidido por "técnicos"?

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