El proceso para formar gobierno ha dejado a la vista la incapacidad de nuestros políticos para entenderse. Y, al mismo tiempo, la ingenuidad de los españoles para elegir en las urnas una vía imposible: la del entendimiento, votando, además de a los dos partidos hegemónicos de la derecha y de la izquierda, a otros dos cuyo primer y único objetivo es acabar con ellos para ocupar su lugar.
De modo que el famoso mantra del bipartidismo utilizado por Iglesias y Rivera se reduce en realidad a que los nuevos bipartidistas pretenden ser ellos. Tenemos la contienda de siempre con otros contendientes dispuestos a asumir el juego de toda la vida. Como es natural mientras ello sucede no hay tregua, ni manera de llegar a acuerdos.
Podemos aspira a destruir al PSOE y Ciudadanos a barrer al Partido Popular para lograr el apoyo del votante de centro derecha. No hay para todos, la aritmética no desempata: el tetrapartidismo sólo ha sido un espejismo de las urnas nada práctico. En ningún país del mundo hay cuatro fuerzas de izquierda y derecha con aspiraciones de coger cacho. Pero es que, además, Sánchez, como es sabido, quiere acabar con Rajoy para legitimar su pobre resultado, y éste, a su vez, con Rivera que pretende borrarlo del mapa. El presidente en funciones desprecia al candidato socialista, que es ninguneado por Pablo Iglesias. Podemos y Ciudadanos se ponen líneas rojas, y sólo se atisba un amor fugaz y de conveniencia electoral entre Sánchez y Rivera.
Lo curioso es que los españoles volverán a las urnas probablemente para votar lo mismo, sugiriendo que sus políticos deben entenderse. La inestabilidad se ha convertido en el primer problema de un país que los colecciona.