Bill Clinton, el expresidente de los Estados Unidos, un país con sectores profundamente puritanos, se vio envuelto involuntariamente en un escándalo. A consecuencia de unos devaneos con la ya famosa becaria de la Casa Blanca, se tuvo que enfrentar a una indagatoria para responder sobre supuesta conducta indecorosa. Como no hay mal que por bien no venga, el ingenioso Clinton nos legó un ejemplo de retórica y de los malabares del lenguaje. Acorralado por la acusación de haber tenido relaciones sexuales con Mónica Lewinski, se sacó de la manga un maravilloso recurso para evitar mentir y al mismo tiempo ocultar la verdad.

Cuando el juez preguntó a Clinton "¿tiene usted una relación con Mónica Lewinsky?, el respondió "no hay nada entre nosotros", pero luego de que se descubriese la realidad, y el juez lo conminara a admitir que había mentido, él respondió que todo dependía del tiempo de verbo. Como se le había preguntado en presente y, como es obvio, en el preciso momento de la pregunta él no tenía una relación sexual ni con la señorita Lewinsky ni con nadie más, pudo afirmar con veracidad, pero distorsionando el sentido de la pregunta, que no era así. En inglés es aún más efectivo pues Clinton tejió un juego de palabras artesanal e intraducible, cuando dijo "it all depends what the meaning of the word is is".

Otro expresidente, el uruguayo Pepe Mujica, consiguió durante su mandato la simpatía de gran parte del mundo entre otras razones por aunar en su trayectoria incontables contradicciones ya que pasó de pertenecer a una guerrilla ilegal de extrema izquierda a incorporarse al sistema como presidente. Creó una imagen política inusual de informalidad, transparencia y ausencia de ambición que alimentó la malherida fe de ciudadanos de muchos países que ven a sus líderes transformados en delincuentes, que la abnegación y honestidad de los políticos es posible. Incluso fue propuesto para el Nobel de la paz.

Lo curioso es que no solo pareció anudar cantidad de aspectos aparentemente irreconciliables tales como la rotura de detalles protocolarios con el cumplimiento de sus funciones presidenciales dentro y fuera de su país, sino que, a lo largo de su mandato, fue impulsando acciones contradictorias. Una de ellas fue sacarle las castañas del fuego al archienemigo de sus épocas de guerrillero de izquierdas, el "imperialismo yanqui", aceptando recibir presos de Guantánamo sospechosos de terrorismo y mantenerlos con el erario público. Todo esto en medio de una relación amistosa con la embajadora de Estados Unidos, que fue la gestora del "milagro". Cuando los periodistas intentaron acorralarlo con preguntas sobre sus contradicciones, respondió con una frase que se hizo famosa, "así como te digo una cosa te digo la otra".

Hace más de cien años el lingüista suizo Ferdinad de Seaussure, enunció una característica fundamental del lenguaje al postular que los significados son independientes de las palabras en que se encarnan. Seaussure argumentó que la cadena de las palabras y frases constituyen una dimensión que se desliza sobre otra cadena que son los significados. Una de las tremendas consecuencias de este hecho es que también lo verdadero puede deslizarse y escurrirse como un jabón mojado. Lo de Clinton y Mujica ejemplifica esta peculiaridad.

Este tipo de habilidades retóricas ponen en evidencia un fenómeno cuyas consecuencias dan vértigo, nada menos que el valor relativo de las palabras como portadoras de verdades sólidas. Dicho de otro modo, y parafraseando a Einstein, el lenguaje está afectado de relatividad y por lo tanto también la verdad lo está.

En el psicoanálisis de las conductas humanas es frecuente encontrar que intenciones inconscientes se esconden detrás de comentarios en apariencia inocentes delatando intenciones y efectos por completo contrarios a los aparentes. Tal es lo que ocurre con los devastadores "dobles mensajes". En realidad se trata de la traducción del término "Double Bind" creado por el antropólogo Gregory Bateson para describir como en la formación de la mente infantil los estímulos contradictorios pueden dañar la personalidad de un niño hasta la esquizofrenia. De hecho, en psicología clínica se utiliza el término "madre esquizofrenizante" a las madres emisoras de este tipo de contradicción. Por ejemplo, un comentario en apariencia protector, puede esconder una descalificación, o palabras amorosas pueden convivir con actitudes de frialdad y rechazo.

Pensando en los titulares que ocupan los diarios estos días sobre los intrincados procesos judiciales por corrupción se podría evocar a otro lingüista, el búlgaro Tzvetan Todorov que afirmó que para ganar un proceso judicial importa menos haber obrado bien que hablar bien.

Psicólogo clínico