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Matías Vallés

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Sánchez quiere domar a Podemos

Unamuno hubiera gritado ayer en el Congreso que "convenceréis, pero no venceréis". Hasta sus enemigos acérrimos reconocen a regañadientes...

Unamuno hubiera gritado ayer en el Congreso que "convenceréis, pero no venceréis". Hasta sus enemigos acérrimos reconocen a regañadientes que Pedro Sánchez estuvo persuasivo, diligente y educado. No perdió el aplomo ni cuando aulló la jauría, en un estruendo que había desarbolado a socialistas más pretenciosos como Josep Borrell. En una negociación desprejuiciada, el candidato del Rey hubiera obtenido los votos de la amplia mayoría de la cámara. Sin embargo, cosechó el peor resultado imaginable, una derrota que figurará a partir de hoy en la primera línea de su biografía en la Wikipedia. El aspirante a La Moncloa salió sin miedo y obtuvo un castigo de susto.

Sánchez quedó KO en el primer asalto. La paliza se acentuará en el segundo round, pese a la protección de la mayoría relativa. Ha besado la lona y la luna al mismo tiempo, porque ni en sueños pudo imaginarse de candidato a la presidencia del Gobierno. Las encuestas demostrarán que la mayoría del país ha percibido a un político de sorprendente fuste, y no solo un imitador de Zapatero. Por supuesto, cualquier aspirante recuerda a Churchill, después de cuatro años sometidos a la abulia plasmática de Rajoy. El hombre que ha bloqueado España se superó ayer a sí mismo, al negarse a debatir un programa inaplicable. Donde la clave radica en "negarse a debatir". Su fatalismo es inapelable, "puesto que todos los presentes habremos fallecido en cien años, ¿para qué seguir?" Es un argumento más digerible con sobresueldos.

Rivera pronunció la mejor intervención de la jornada, pero con la ventaja de que solo puede ganar. Pablo Iglesias se desquitó del sumo pontífice Felipe González, que lleva tres meses torturando a la parroquia desde sus ínfulas olímpicas. ¿Acaso sería comprensible una biografía del expresidente donde los GAL no figuraran en lugar destacado? La insistencia electoralista de los participantes obliga a retomar la evidencia de que las urnas están selladas. No representan un programa, ni siquiera un discurso, sino a un número discreto de diputados. Solo de la combinación de estas cifras saldrá un presidente del Gobierno, y Sánchez quiere domar al tigre de Podemos.

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