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Daniel Capó

Las cuentas de la vida

Daniel Capó

Apocalípticos e integrados

Entre apocalípticos e integrados también se mueve la política española - Para unos, cualquier pacto de izquierdas amenaza la recuperación económica y hace tambalear la integridad territorial; para los otros, sucede exactamente al contrario

De acuerdo con los últimos estudios, las tasas de empleo de los norteamericanos de mediana edad llevan cayendo desde mitad de la década de los 70. Al mismo tiempo, los informes indican que los sueldos de las clases medias no han subido, lo que subraya la evidente dificultad de éstas para mantener su posición. Con la globalización, el mercado laboral se ha convertido en un espacio líquido que permite a un trabajador chino o vietnamita competir directamente con otro de Wisconsin o de Barcelona, lo cual deslocaliza el empleo y presiona a la baja los salarios. Además, la llegada de la robótica y de las tecnologías de la información acelera la destrucción de puestos de trabajo. En efecto, pocos son los sectores profesionales que, de un modo u otro, no se encuentren condicionados por la automatización de las tareas: pensemos en los conductores de taxi y de autobús, una vez que llegue el coche conducido por robot. Pero el uso intensivo de programas informáticos también afecta al periodismo, a los gestores de fondos de inversión o a los médicos. Y se trata de una revolución tecnológica contra la que resulta muy difícil luchar. Una vez más, adaptarse supone un acto de realismo.

Mientras leía el informe sobre las tasas de empleo, y coincidiendo con su fallecimiento en Milán, recordé un clásico en la obra de Umberto Eco: Apocalípticos e integrados. Los primeros denuncian la progresiva destrucción del mundo civilizado; los segundos abrazan cualquier innovación con el mantra del progreso. Para los primeros, el paraíso se encuentra en el pasado; para los segundos, en un futuro definido por la utopía de moda. Ambos reflexionan con la lógica impermeable de los tópicos. De forma esquemática, diríamos que los apocalípticos son los conservadores y los integrados los progresistas; aunque en otras épocas históricas podría haber sido a la inversa. Los apocalípticos tienden a magnificar los peligros inherentes a cualquier cambio o innovación; los integrados desdeñan el valor de la estabilidad y actúan como veletas que giran según sople la propaganda. Para ellos, la tradición constituye una rémora del pasado, no el fundamento de la realidad. Los apocalípticos, en cambio, interpretan el futuro sólo como un paso adelante en la decadencia de la sociedad. Unos son pesimistas y los otros optimistas; pero el problema no es ése -un país necesita de un equilibrio entre ambos-, sino el esquematismo mental del que adolecen. Ambos falsean la realidad. Y, peor aún, les falta realismo.

Entre apocalípticos e integrados se mueve también la política española. Para unos, cualquier pacto de izquierdas amenaza la recuperación económica y hace tambalear la integridad territorial. Para los otros, sucede exactamente al contrario y es la derecha la que nos conduce inexorablemente a la ruptura de España, al desmantelar el Estado del Bienestar y empobrecer a las clases trabajadoras. Exageraciones, sin duda; costosas e innecesarias. Pero lo cierto es que existen grandes tendencias globales -como la automatización informática- que deberemos afrontar de forma inteligente como sociedad. El crash demográfico, con sus implicaciones sobre el mantenimiento de las políticas sociales, no depende de los pactos de gobierno, pero sí de las respuestas que le demos. La robótica destruirá empleos, nos guste o no, por lo que habrá que saber responder a este cambio de la estructura económica. Más y mejor formación, por ejemplo, y detección de nuevos nichos de trabajo. Y, por supuesto, no renunciar a las garantías mínimas que aporta el Estado del Bienestar. Lo cual a su vez exige que estas políticas sean sostenibles. Algo que, de promesa en promesa, olvidamos con demasiada frecuencia.

Un último apunte nos habla del crecimiento del populismo, que no se puede desligar de lo que venimos diciendo. Cuando uno observa la subida de los “candidatos alternativos”, ya sea a derecha o a izquierda, en Estados Unidos, en Francia, en Grecia o en España, detecta con claridad que nos enfrentamos a lo que indicaba el estudio sobre las tasas de empleo de los norteamericanos de mediana edad: más paro estructural, salarios más bajos, mayor competencia global por el trabajo… La robótica y la automatización, provocan efectos sísmicos sobre la estructura social de todos los países. La respuesta populista supone una promesa falsa y ruinosa, pero comprensible. Y viene a recordarnos que algo no termina de funcionar bien.

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