Con la gala de hoy en el Teatre Principal se inaugura la celebración oficial del centenario del Real Mallorca, que se cumple exactamente el próximo sábado, 5 de marzo. El primer equipo del club bermellón llegará al siglo de vida de la entidad disputando, el mismo día, un partido contra el Real Oviedo, que puede volver a ser trascendental para la permanencia en Segunda División.

La verdad es que el centenario ha llegado en un momento delicado para el club, tanto a nivel deportivo como institucional. Era una celebración pensada, en buena lógica, para atisbar el regreso a Primera División, una aspiración que ahora se ha devaluado hasta la conformidad de no descender a Segunda B. Esta es la triste realidad, pero no es menos cierto que las penurias actuales no pueden empañar la historia, el mérito y la identidad de un club que, mucho más allá de lo estrictamente deportivo, ha sido y sigue siendo una de las grandes referencias de la isla y una entidad capaz de vehicular muchas identidades compatibles, con el valor de la cohesión social que ello comporta.

La delicada situación deportiva no debe llevar al error de menospreciar las glorias del conjunto ni arrinconar un palmarés histórico que sí, es de los jugadores y de los técnicos, pero también de la afición, de las instituciones y de la sociedad en general que, expandiendo los lindes de la mera pasión deportiva, siempre ha tenido al Mallorca como algo suyo.

En la historia del club hay días de gloria inigualable, momentos de alegría y épocas, como la actual, que no invitan a lanzar cohetes de victoria. Igual que en la vida misma porque, un siglo, que se dice pronto y desde el retrovisor parece que ha llegado rápido, da para mucho. Conviene pues, disponer de perspectiva histórica y analítica del presente para situar el centenario del Mallorca en su justa dimensión.

Seis ascensos a Primera División, un ciclo de 16 años de permanencia en esta máxima categoría del fútbol español, una Copa del Rey, una Supercopa, una final de la Recopa y otra de la Copa del Rey, aparte de la presencia en la Champions y la Copa de la UEFA, es el balance esquemático pero incuestionable de aquel Alfonso XIII de los comienzos que ha acabado siendo el Real Mallorca de hoy. Ahora, con la nueva propiedad en manos del norteamericano Robert Sarver, y con Maheta Molango como consejero delegado, intenta encarar un futuro que requiere pasar, sin duda, por la estabilidad y el regreso a Primera División.

El centenario del Mallorca debe servir para eso, para la celebración festiva y para la renovación de ideales potenciando los valores intrínsecos del deporte y la capacidad de integración y cohesión social que tiene su modalidad más popular en el fútbol. El Mallorca es hoy la mejor marca representativa de esta isla, con una amplia afición y en la que deberían integrarse en la medida de lo posible hasta los hoteleros, como exponentes de la primera industria insular. El centenario les da una nueva oportunidad de seguir el ejemplo de hombres como el presidente Jaume Rosselló, que lo llevó de tercera a primera, o el claro mensaje de entrenadores como Cúper, Aragonés o Serra Ferrer. O el de tantos jugadores que protagonizaron los días de gloria de un club que aspira a perpetuarse para dar a esta isla horas de alegría. Y es que el Mallorca, como dice uno de los cantos más populares de la afición, más que un equipo de fútbol, "es un sentimiento".