Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Una boda envenenada

Hace veinte años asistí a una boda, lo cual es noticia porque no he vuelto a ninguna otra y porque en el enlace se codearon apellidos de relumbrón como Borbón, Garrigues, Schwartz o Urquijo. Dos décadas y cuatro hijos después, la novia de aquel sábado en Santa Maria reconoce que pidió a una empleada previo pago que envenenara a su novio de aquel sábado en Santa Maria. Pretendía asustarlo, pero más me ha asustado a mí. Espero que mi presencia en las nupcias no tenga nada que ver con el inhabitual desenlace del matrimonio. Dado que el envenenamiento debía producirse en la misma casa donde tuvo lugar el banquete, me siento obligado a consignar que comimos opíparamente y sin secuelas digestivas. El acicalamiento del novio corrió a cargo de una esposa anterior, así debió ser siempre Mallorca.

Aquel sábado fue también el último día que vi a mi amiga Clara Urquijo, que ejercía entonces de novia y hoy de condenada. Habíamos desarrollado una sintonía esencial, a solo un paso de insinuarle que su boda era un error. Como todas, pero no siempre reúnes la fortaleza de ánimo suficiente para advertir a los cónyuges. Mi amiga pintora hacía honor a la claridad de su nombre. Es quizás la persona más inocente que he conocido, lo cual me desacredita como analista del carácter humano. No solo la hubiera pronosticado incapaz de envenenar a nadie, también de escuchar una historia de cianuros sin desvanecerse.

He avanzado el dolor y la intimidad, para quejarme sin ataduras de que el juicio por la propuesta de envenenamiento se celebrara a puerta cerrada. Entre adultos, este veto no debiera ser facultativo de los jueces, que ejercen un poder "en nombre del pueblo". Sin escándalo, riesgo de alteración del orden ni siquiera controversia, la Audiencia pública de Balears empaña con una aristócrata la transparencia que cincela su prestigio en toda España. Si aguantamos la visión en el banquillo de una Infanta que también tiene hijos, y el juicio por los 192 asesinatos del 11M, podíamos soportar la vista de mi amiga Clara Urquijo. Un proceso a puerta cerrada es una pésima noticia para la justicia. Por lo menos, confirma mi opinión sobre las bodas.

Compartir el artículo

stats