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Camilo José Cela Conde

Entendiendo

Si yo supiese algo de finanzas, o incluso de economía que se me antoja como más general, podría explicarles a ustedes cómo es que estamos todo...

Si yo supiese algo de finanzas, o incluso de economía que se me antoja como más general, podría explicarles a ustedes cómo es que estamos todo el día hablando del Brexit, de la posible salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea en el euro, como se sabe, ese país no estuvo nunca a la vez que salta la noticia de que la Bolsa de Londres está ultimando un acuerdo para unirse a la de Frankfurt. Aunque desde luego si yo supiera lo más mínimo de asuntos monetarios, o incluso mercantiles, igual me iban mejor mis finanzas particulares. En espera de que eso suceda antes de que cumpla los doscientos años, plazo límite que me pongo para entender cualquier cosa de las muchas que se me escapan, he leído con atención lo del proyecto de fundir los dos mayores parquets europeos por ver si me aclaraba de algo. Sigo como antes.

Puestos a bajar un peldaño en los arcanos que soy incapaz de entender repaso las noticias que llegan de la primera negociación a cuatro bandas entre los partidos de la izquierda por ver de lograr un acuerdo parlamentario para nombrar Presidente en España y tampoco veo luz por lado alguno. Unos hablan de pacto de investidura; otros, de pacto de Gobierno. Todos dicen que no hay líneas rojas, que lo que existe es la voluntad de diálogo y, al momento siguiente, lanzan un ultimátum con cualquier barrera por medio, ya sea la de la Constitución esa misma Constitución que todos exigen cambiar, o del compañero que estoy dispuesto a tener en el escaño de al lado.

Sigamos en el descenso a los infiernos. ¿Sabré entender, por ventura, de los conflictos que provocan la oleada de emigrantes deseosos de entrar en Europa? Ni por asomo: el caso de Libia me resulta incomprensible pero, a la vez, me alivia porque ya nadie habla de él. Será que, haciendo caso a Wittgenstein, de aquello de lo que no se puede hablar es mejor no decir nada. Irak y Afganistán son otros de los territorios calientes que, salvo cuando aparece un suicida llevándose por delante un par de docenas de ciudadanos, han desaparecido de las noticias. Queda Siria, por supuesto; esa Siria en la que un día los insurgentes contra Bashar-al-Assad son militantes en favor de la libertad y al siguiente es el dictador el que se cuelga las medallas de la gobernanza.

Perdidas las esperanzas de que los juicios mediáticos, con el de Nóos en primera fila, nos dejen claro algo queda quizá el fútbol como recurso desesperado. Ahí, al menos, tenemos la reflexión magnífica de Jardiel Poncela quien, tras ser llevado a un partido, preguntó por qué no le daban una pelota a cada jugador y así dejaban de pelearse. Va a ser eso: el fútbol permite entrar en un terreno en el que las incógnitas desparecen. Juegan once por equipo y gana Alemania. Bueno; eso era antes. Ahora gana el Barça. Qué maravilla tener una verdad cierta como la que buscaba Descartes. Aplaudamos que eso sí se entiende y, respecto del resto, que cada uno elija con qué confundirse cada mañana al abrir el diario.

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