Al amparo de las excelentes campañas turísticas de los últimos años, en cuanto a ocupación de unas plazas de alojamiento de diversificación manifiesta, se ha abierto un debate creciente, en el que cada vez se ven implicados más sectores sociales de las islas, sobre las condiciones actuales y la continuidad del modelo turístico balear.

El debate rota mayoritariamente sobre tres grandes puntos, la rentabilidad del sector, la capacidad de servicio y atención de las infraestructuras turísticas y, junto a todo ello, su calidad como garantía de atracción y continuidad de cara al futuro. Hay que encuadrar esta realidad en la actual coyuntura sociopolítica de los mercados emisores y competidores más próximos, en las estrategias comerciales de los grandes touroperadores y en las características geográficas particulares del archipiélago balear.

Cada vez se oyen más voces partidarias de poner una cifra a la capacidad de acogida de las islas. La cuestión ha sido planteada ya de forma abierta por el actual Govern Armengol y ha incorporado al debate, consciente de su necesidad, al propio sector hotelero. Las islas tienen una capacidad de servicio y acogida limitada. Este mismo año, a la vista de la actual sequía, se pondrán a prueba las infraestructuras hidráulicas y, por otro lado, se implantará la ecotasa, con vocación medioambiental, pero que solo puede paliar en parte los efectos de la masificación turística sobre un territorio limitado.

Se antoja evidente que la masificación va en contra de la calidad, que es y debe seguir siendo la seña irrenunciable y la mayor garantía para el futuro de la principal industria de Balears. Un debate celebrado esta semana en el Club Diario de Mallorca, entre especialistas del sector, ha dejado claro que Mallorca ha de apostar por una calidad que, invariablemente, será selectiva y diversificada y necesitará promocionarse a partir de estas dos grandes premisas.

Pero la calidad, que resulta costosa y requiere de grandes inversiones, también necesita ser rentable porque, en caso contrario, pierde buena parte de su sentido. En este punto se han producido, en los últimos tiempos, unos comportamientos que se vuelven alarmantes y reclaman una pronta corrección que, como la experiencia indica, no resulta fácil.

El mayor beneficio reportado por la gran afluencia turística reciente se está quedando en el exterior. Una información publicada ayer por este periódico desvelaba que, desde 2010, los grandes touroperadores de Alemania, Reino Unido y los países escandinavos están acaparando buena parte del crecimiento. Hoy, el 61% del negocio turístico que afecta a Balears se hace directamente en el país de origen, con lo cual el gasto turístico en las islas ha caído en 856 millones desde 2013.

De este modo pueden explicarse y justificarse las quejas de la oferta complementaria y otros sectores vinculados al turismo. Sólo los hoteles se han salvado de la debacle a base de nuevas inversiones. Queda claro, por tanto, que cantidad no desemboca siempre en calidad y rentabilidad. El modelo turístico balear debe actualizarse a partir de esta realidad.