Se mantiene la ficción de que el PSOE negocia con Ciudadanos, Podemos o Izquierda Unida. Levantando el velo, se observará que Pedro Sánchez busca en realidad un pacto con sus exvotantes. Millones de socialistas de toda la vida, que jamás habían imaginado votar a otro partido, han tenido que emigrar a formaciones limítrofes para evitar el maltrato sufrido a cargo de presuntos líderes de la izquierda. El antiguo partido hegemónico del progresismo se ve obligado a escuchar con interés las reclamaciones de Albert Rivera o de Pablo Iglesias, antes que las demandas de sus votantes menguados. Desde el punto de vista de la negociación, un socialista que ha votado a otro partido puede lograr sus objetivos en mayor medida que si hubiera permanecido fiel al puño y la rosa marchitos.
De los cinco millones de votantes largos de Podemos, ¿cuántos han votado alguna vez al PSOE? Seguramente más de la mitad, aunque ningún estudio permita averiguarlo con exactitud. Cuando eran votantes, pedían. En su calidad de desertores, exigen. Es posible que sus reivindicaciones no sean satisfechas, pero la decepción será menor que cuando eran humillados por sus teóricos representantes. Sánchez seduce a sus exvotantes y arrincona a sus fieles. Vuelve a escenificarse la injusta parábola bíblica del hijo pródigo. "Hijo, tú siempre estás conmigo, mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano se había perdido, y es hallado".
Magistral jugada estratégica, instalarse en la casa del vecino para dictar la política a domicilio. Los votantes de aluvión no solo obligan al PSOE. Urgen también a los negociadores del otro lado, que funcionan como palanca. Surge aquí el riesgo de que Ciudadanos y Podemos sobrevaloren los méritos propios, frente a la descomposición ajena. Un contingente sustancial de sus apoyos no se ha refugiado bajo sus siglas para acabar con la política tradicional, sino para regenerarla por el procedimiento más drástico. Iglesias no puede adoptar una decisión independiente del origen de sus votantes prestados. Sánchez intenta al menos un pacto con sus exiliados, Rajoy se escuda en que ya volverán. O si no.
