No entiendo las voces que claman contra un impuesto que deberíamos considerar una oportunidad para nuestra propia industria turística. Nuestros destinos turísticos sufren, por un lado, por su envejecimiento, y por otro, por su falta de compromiso con su propio futuro. Cambiar esta actitud y tener responsabilidad con el futuro es lo que se ha dado en llamar "sostenibilidad", es decir, la voluntad de no exprimir el recurso hasta agotarlo, sino preservar el que es el auténtico motivo por el que nos visitan millones de personas: nuestro privilegiado territorio, un paraíso frágil y limitado, que necesita cuidados, incluso mimos.

Cuando se esgrimen razones de pérdida de competitividad por efecto de este "impuesto para un turismo sostenible", uno piensa si realmente se hace un análisis global más allá de un supuesto impacto disuasorio en las reservas, por incremento del precio. O si sus detractores no ven que con la denuncia pública y reiterada, lo que hacen es dañar al destino, es decir, tirar piedras contra su tejado. Pero es que ni siquiera eso tiene sentido. Aun en los peores años de la crisis, la subida unilateral del IVA turístico del 8 al 10%, de alcance mayor que este impuesto, no supuso un descenso de estancias en 2012 ni en adelante. ¿Por qué este impuesto, en momentos de salida de la crisis, ha de suponer un problema, cuando el IVA, más gravoso y en peor momento, no lo hizo?

Queremos todos, y así repetimos hasta la saciedad, aumentar la calidad de nuestros turistas, aumentando la calidad del producto, mejorando infraestructuras hoteleras y de oferta asociada, e incluso, incrementando precios para mejorar rentabilidad y seleccionar de forma natural un turismo mejor. Bien, mejoremos también el entorno natural, el paisaje, la calidad de las aguas, la eficiencia energética, la limpieza de nuestros torrentes y espacios interiores, nuestra Serra de Tramuntana..., para atender con calidad a nuestros visitantes y residentes. Hagámoslo desde la innovación energética, de producto, de promoción y destino. ¿O todo dependerá sólo de la mejora de los hoteles, comercios, restaurantes y ocio? Evidentemente, no.

O simplemente, pensemos en mejorar nuestra capacidad de dotarnos de los servicios mínimos básicos (energía, agua, luz, tratamiento y eliminación de residuos?) que permitan una correcta atención a visitantes y residentes, sin que deterioremos o esquilmemos el paisaje y los recursos que nos han hecho ser destino turístico envidiado.

Este verano ya se prevén ciertas dificultades para el suministro de agua. Es evidente, por tanto, que necesitamos recursos para mejorar las desaladoras, el rendimiento de las redes de suministro y las obras de aprovechamiento total de este bien escaso. Necesitamos mejorar infraestructuras de zonas que crecieron al abrigo del incremento de plazas hoteleras, y al calor de nuestras costas, pero sin las dotaciones suficientes de pluviales, de energía eléctrica, de servicios comunitarios... Y así podríamos encontrar muchos ejemplos.

Y para todo ello necesitamos recursos económicos. Pues hagamos copartícipes de ello a quienes nos visitan. Expliquémosles que con ese euro al día van a ayudar a mantener y cuidar ese paraje que disfrutan. Y dediquemos esos recursos de manera fundamental al cuidado de nuestro entorno natural, a la mejora de la eficiencia de recursos, y a la adecuación y mejora de espacios urbanos. Y ese destino de recursos, promoverá directamente la mejora de nuestra cohesión social, pues generará empleo directo, y además, situará a nuestra industria en posición de alcanzar el liderazgo necesario para ser el referente turístico del Mediterráneo. Ello, nos dará también más empleo a todos, y un empleo más digno que genere la cohesión social que buscamos.

¿Y cómo hemos de distribuir estos fondos? Lo primero que me llama la atención es que el PP, que clama en contra de este impuesto turístico, exija una distribución a su gusto del mismo. ¿Quieren recursos o no? No quieren cobrarlos, pero quieren gastarlos. Me gustaría que se aclararan y arrinconaran la demagogia por una vez.

El reparto de las necesarias inversiones en las distintas zonas, ha de hacerse desde una visión global de nuestra Comunidad. Hemos de saber destinar los fondos de una manera compensada a lo largo de una legislatura, pero entendiendo que habrá inversiones urgentes y necesarias en diversas zonas, que requieren de un esfuerzo económico puntual que no se acometería sin una aportación elevada. No parece lógico, por tanto, distribuir anualmente los recursos obtenidos con porcentajes aparentemente equitativos. Lo sensato es acudir a las necesidades existentes, y evaluar cada cierto tiempo si se ha sabido tener en cuenta también un criterio geográfico de reparto. Y lo digo desde Calvià, donde una apuesta de invertir por zonas lo recaudado en cada una de ellas, daría un innegable rédito a nuestro municipio.

Pero el objetivo es más global. Es conseguir que nuestra Comunidad sea referencia turística en destinos sostenibles socialmente, respetuosos y eficientes medioambientalmente, innovadores en producto, promoción y gestión, y líderes en el concepto global de "destino de excelencia".

Y para lograrlo, estoy convencido de la ocasión que nos brinda la aplicación sensata y consensuada de este impuesto de turismo sostenible. Un impuesto que ayuda a crear empleo, empleo para mejorar destinos, destinos más eficientes, sostenibles y de futuro, y un futuro ganado antes de lamentarnos.

Es una ocasión para alcanzar el liderazgo que merecemos. Ésa es la idea.

* Alcalde de Calvià y secretario general del PSOE de Calvià