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Joaquín Rábago

La crisis engendra demagogos

Resulta difícilmente explicable sin la crisis estallada a ambos lados del Atlántico el surgimiento con fuerza tanto de partidos autoritarios y xenófobos en Francia, Hungría, Eslovaquia o Polonia como el éxito momentáneo del aspirante republicano Donald Trump en Estados Unidos. Que un individuo como Trump haya logrado seducir a buena parte de la población de aquel país a base de un lenguaje tan racista y brutal como simplista sólo puede atribuirse a los efectos de la crisis financiera de 2008 sobre millones de norteamericanos, que se quedaron de pronto sin base económica en que apoyarse.

Es cierto que bajo la presidencia del demócrata Barack Obama la economía de aquel país se ha recuperado más que en Europa y ha posibilitado sobre todo la creación de empleo, pero el crecimiento ha sido allí como en Europa y otras partes tremendamente desigual y los ciudadanos se sienten cada vez más inseguros. Como señala el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y ya explicó antes en libro famoso El capital en el siglo XXI el economista francés Thomas Piketty, la desigualdad no ha dejado de crecer en todos los países.

Así, entre 1975 y 2012, en torno al 47% del crecimiento de los ingresos antes de impuestos en Estados Unidos correspondió al 1% más rico, indica la OCDE. El comentarista económico británico Martin Wolf, asiduo colaborador del poco sospechoso de izquierdismo Financial Times, habla de un reparto de la renta en Estados Unidos cada vez más parecido al de los países latinoamericanos, entre los más desiguales del planeta.

Lo cual no ha hecho sino alimentar el populismo tanto de derechas como de izquierdas. Uno diría que sobre todo de derechas, como es el de Trump, pero también de su principal rival en el campo republicano, el senador por Texas Ted Cruz. Muchos estadounidenses, sobre todo los menos educados y blancos, son presa fácil de demagogos que en lugar de señalar las raíces del problema buscan fáciles chivos expiatorios en los inmigrantes y los grupos más vulnerables, a los que acusan de quitarles a aquéllos el trabajo, presionar los salarios a la baja y aprovecharse del Estado del bienestar.

Según un estudio del sociólogo Matthew MacWilliams, los partidarios del multimillonario y megalómano Trump se sienten seducidos por una personalidad autoritaria, que no oculta su desprecio por el Congreso y los medios de comunicación, llenos, según ese político populista, de "mentirosos". En Europa, el efecto combinado de la crisis y la globalización hace que muchos parezcan sentir también una fatal atracción por los hombres o mujeres fuertes, se llamen Vladimir Putin o en el caso de Hungría, Viktor Orban, o la líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen.

En nuestro continente, todo ello se ha visto además agravado por la llegada incesante e incontrolada de miles de refugiados o inmigrantes que huyen de la miseria o de las guerras o que simplemente buscan mejores oportunidades para sus familias. Los problemas de integración de esa masa de inmigrantes, insignificante si se compara con la población total de Europa, pero que genera ansiedad en los sectores más vulnerables de la población, es el caldo de cultivo que necesitan los demagogos para desviar la atención de las causas reales de ese desasosiego y poner el foco en quienes son todavía más desgraciados.

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