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Matías Vallés

Al Azar

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El PP de Rajoy, y nadie más

A Rajoy le abandonan hasta sus enemigos. La Infanta Aguirre simula una dimisión relativa, no quiere ser identificada ni como adversaria del presidente...

A Rajoy le abandonan hasta sus enemigos. La Infanta Aguirre simula una dimisión relativa, no quiere ser identificada ni como adversaria del presidente en ficciones. Su retirada a medias de cada año comporta una llave de judo, contra el hombre empeñado en la extinción del PP. Aprovecha la jubilación estratégica para reiterar que el dinero sucio no la alcanza directamente. La expresidenta de Madrid dejó cobrar, el expresidente de España cobró hasta 35 veces según las anotaciones cada vez más incontrovertibles de su hombre de confianza, Luis Bárcenas.

En un vuelo de la periferia a Madrid, el nombre de Esperanza Aguirre es apenas un murmullo en el aeropuerto de partida. Su volumen aumenta conforme el avión se aproxima a su destino. En la capital, resuena con tal estruendo que incluso camufla el estupor de las alabanzas que le brinda Jordi Évole, quién le ha visto y quién le ve. Se marcha marchita, pero ha sido más inviolable que el Rey en la corte madrileña, donde se encarcela a los titiriteros y se permite que la Infanta Aguirre huya de funcionarios uniformados con la colaboración de una escolta pagada con fondos públicos. La convivencia con la corrupción tiene menos que ver con su dimisión que el auge de Cristina Cifuentes en su territorio. El fantasma de los celos.

Las portadas de Aguirre consolidan al PP como el partido de Rajoy, y nadie más. En la finta de la dimisión, la concejala por Madrid asume su responsabilidad "in eligendo e in vigilando". El presidente del Gobierno suma las culpas in percipiendo, pero no la acompañará en la retirada porque teme acabar con un castigo in sedendo. En castizo, sentado en el banquillo. No dimitirá salvo que lo desaloje Sánchez, más que nada por pereza. Para el único jefe del ejecutivo que no tiene garantizada un segundo mandato, las elecciones son un elemento adicional de análisis político, y no el más importante. La inflada Aguirre regresó a la política para frenar heroicamente a Podemos, y allanó el acceso emergente a la alcaldía madrileña después de encadenar propuestas desaforadas pero a la altura de su sobrevaloración. Ahora, Aguirre deja de insistir porque el PP ha dejado de existir.

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