Alerta el presidente de la Asociación de la Banca Española de que con la entrada en negativo del Euríbor y las actuales hipotecas referenciadas a este índice, se puede llegar a la paradoja de que el banco tenga que pagar a quien le presta dinero y cobrar a quien se lo deja. Calificó esta situación como un "contradiós", esbozando una nerviosa sonrisa para suavizar una exclamación que le debió de parecer irreverente. El diccionario define este término como "acción absurda o vituperable". El banquero pudo usar estos calificativos, pero no eran suficientemente fuertes y rotundos y, aun a riesgo de escandalizar a su auditorio, se atrevió a pronunciar la palabra como si de una blasfemia se tratase.

Esté tranquilo el señor Roldán, que así se llama la cabeza del lobby bancario; no debe ir a confesarse, más bien ha de ser felicitado por sus colegas, ya que empleó la palabra exacta en su sentido original. Esa expresión no es blasfema; lo es la acción que hay tras ella. En la época medieval algunas ofensas al Rey se entendían que iban dirigidas a Dios y el Rey no podía ser misericorde con sus autores, porque tales acciones eran contra Dios. Quizás por eso la banca sigue mostrándose inmisericorde con muchas ejecuciones hipotecarias a familias desesperadas. Se trata de restablecer lo más sagrado, el capital y sus intereses.

Sin quererlo, el presidente de la patronal bancaria ha expresado lo mismo que piensan numerosos clientes, a los que se les cobra por tener una tarjeta de débito o una cuenta abierta en una entidad financiera. Un contradiós que, sin embargo, a él y a su exclusivo club les parece en este caso de lo más normal; le llaman "comisiones". Pero, sobre todo, el señor Roldán jefe de gabinete cuando Rodrigo Rato era vicepresidente del Gobierno y cuñado de otro banquero, Manuel Pizarro ha creado el lema ideal para la pancarta de las víctimas inversoras más desprotegidas. Los compradores de preferentes y deuda subordinada, que vieron cómo sus ahorros se esfumaban de la noche a la mañana para tapar los agujeros de bancos y cajas, no piensan otra cosa, ¡Esto es un contradiós!

Seguramente por ello gritan desesperados que su situación clama al cielo y que si esto no es un contradiós, que baje Dios y lo diga. Pero en el siglo XXI el cielo no existe o al menos Dios no se atreve a bajar para no malograr su reputación; sólo existe el infierno de las víctimas y el paraíso fiscal visitado por ilustres miembros y allegados de tan distinguido club. De ahí la importancia de que funcione el Estado de derecho y de que no se convierta él mismo en un contradiós, como cuando toleró que el señor Roldán pasase en 2014 de ser director general de Supervisión y Regulación Financiera del Banco de España a ser el presidente de la patronal bancaria, o sea de vigilante de los bancos a jefe de los vigilados. ¡Hasta al ministro de Guindos le pareció poco ético y estético! El problema es que fue legal.

* Catedrático de derecho constitucional