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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Tallas políticas

¿Cuál podría ser el rasero mediante el que determinar la talla de un político? Conjeturo que no todos los observadores coincidiríamos. Es posible...

¿Cuál podría ser el rasero mediante el que determinar la talla de un político? Conjeturo que no todos los observadores coincidiríamos. Es posible que cada uno dudara de la jerarquía axiológica con la que juzgar a los protagonistas de la vida pública. A la postre, la talla viene determinada por el juicio de la posterioridad, pues no son hechos aislados los que configuran el perfil sino su encadenamiento lo que nos permite acertar en el juicio. Los hechos aislados, no todos, pueden ser suficientemente significativos como para dibujar un retrato bastante aproximado de la personalidad de un político. Un criterio que debiera ser determinante para juzgar a un dirigente no es su simpatía, ni su cultura, ni sus conocimientos técnicos, ni su empatía para seducir, sino su compromiso con la verdad, su apuesta por considerar al ciudadano al que se dirige con su palabra como un adulto, como alguien con su misma capacidad de juicio. Emplear este criterio conduce a una valoración muy negativa de los principales actores de esa comedia de enredo en que se ha convertido el proceso de investidura de la presidencia del gobierno.

¿Cómo juzgar si no la absurda medida de la Mesa del Congreso de enviar al gallinero a los setenta diputados de Podemos, representantes de más de cinco millones de votantes, esta semana corregida por unanimidad por la misma Mesa?¿Acaso puede imaginarse su desvinculación de todo el proceso de tanteos, simulacros y postureos, en que se ha convertido lo que debería ser una seria negociación política?¿Es que Sánchez y Rivera no dirigían a sus peones en la Mesa? Rajoy simplemente gozaría con agitar el avispero desde el agónico ostracismo en el que él mismo se ha colocado. Puede que el asunto de los asientos sea un asunto menor, pero su ubicación tiene desde siempre en la escenificación del poder, sea éste o no democrático, un gran valor simbólico. Y ahí, tanto Sánchez como Rivera han demostrado no estar a la altura. Y han sido los llamados antisistema, en muchos casos así llamados con razón, quienes a ojos de cualquier observador mínimamente objetivo la tenían. Ésta ha sido una victoria indudable para ellos. Han sido las autodenominadas fuerzas políticas serias la que han hecho el ridículo, las que precisamente reclaman que el respeto a la democracia es en primer lugar el respeto a las formas, acusando a los de Podemos de lo que manifiestamente han demostrado carecer. La sensación que ha producido todo este enredo protagonizado por la dirección del parlamento es de una bochornosa puerilidad, de vergüenza ajena.

Pablo Iglesias acentúa su falta de coherencia con el ya famoso esmoquin de la gala de los Goya. Si es muy libre de acudir a las entrevistas institucionales con el jefe del Estado a los efectos de la investidura o a las sesiones parlamentarias en mangas de camisa, no se comprende cómo se viste de pingüino para acudir al festejo de la farándula. Por muy respetable que sea éste, no es comparable al respeto que deberían merecer las instituciones del Estado de derecho. A no ser que tal festejo, en realidad, no sea más que una fiesta de disfraces. Una posible lectura alternativa negaría esa falta de coherencia y aseveraría, al contrario, que se trata de la puesta en escena, muy medida, de un agent provocateur, alguien comparable a Beppe Grillo, el payaso alternativo italiano. Pero entonces la apuesta de Podemos, como la de Grillo en Italia, ya no sería la de la reforma constitucional y período constituyente, sino la apuesta por una efímera bufonada. Otra lectura justificativa ha sido la de mostrar una verdadera consideración por la cultura, representada por el mundo del cine. A sensu contrario, no sería sino el desprecio de las instituciones democráticas. Alguno ha tildado sin más esta quiebra del informalismo como simple concesión a la vanidad del personaje. No creo. Podemos cultiva la imagen con la devoción mariana con la que presenta al niño en brazos de Bescansa a los televidentes españoles. Después de su certero diagnóstico del sistema político sólo ha quedado la inanidad, la falta de realismo de sus propuestas y los focos. La política para ellos es la televisión, la imagen, el populismo, el culto al espectáculo.

Sánchez, que, a remolque estético de Iglesias, ha cambiado su estilismo indumentario, ha presentado un documento programático del todo genérico, donde promete reducir el paro a la mitad sin explicar cómo va a hacerlo. En que sus prometidas reformas constitucionales han quedado reducidas a la supresión de la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión a la corona y a la modificación de la composición y funciones del Senado. No contempla ninguna concreción del famoso federalismo asimétrico. Ninguna reforma del sistema de control del ejecutivo sobre el parlamento vía las listas cerradas y bloqueadas (sólo habla de desbloquearlas, no de abrirlas), ni sobre el poder judicial que determina quiénes van a juzgarles. Ninguna mención sobre la reforma de la provincia como circunscripción electoral. Pero lo que más nos dice sobre su talla personal ha sido su declaración ante la inminente contratación de la ex secretaria de Estado de Cooperación Iberoamericana, ex ministra de Sanidad y ex ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, como empleada, por Telefónica, esa empresa de los grandes bancos (cuya actividad económica está sujeta a la regulación administrativa del B.O.E.) que tanta proclividad tiene por sentar en sus consejos a ex ministros o amigos personales de los jefes de gobierno (Rato, Serra, Javier de Paz, etc.) o por contratar a consortes como los de Sáenz de Santamaría o de Madina. Sánchez, que, al referirse a las conversaciones del PSOE con C's, Podemos, UP-IU, habla con cinismo insuperable de las "fuerzas del cambio", incluyendo al partido que representa, como si éste hubiera sido ajeno al sistema político del que ha sido gobierno durante más tiempo, dice que Jiménez, de 53 años, "tiene derecho a labrarse un futuro profesional"; que va a Telefónica "como trabajadora, no como miembro de ningún consejo". El futuro se lo ha labrado desde la política. Un chollo con derecho a indemnización en caso de despido del que no disfruta un consejero. Nos toma, también Sánchez, por tontos; pero de capirote.

La talla de Rajoy, protegiendo a Rita Barberá (o comprando su silencio) en la Diputación Permanente del Senado, después del encausamiento por corrupción de sus ex concejales en el ayuntamiento de Valencia, sólo puede compararse con la de sus ex protegidos y queridos: Camps, Fabra, Rus, Matas y demás banda de delincuentes corruptos. Un insulto a los votantes del PP y a todos los españoles. Una desgracia para España. Si hay otra explicación, que la den.

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