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Antonio Papell

Políticas de amplio espectro

El relato de Pedro Sánchez, que está disfrutando de la iniciativa que le ha puesto en bandeja el Partido Popular al inhibirse éste de formular cualquier discurso, se basa en la formulación de un programa de 'amplio espectro'. Un programa que dé cierto acomodo a Ciudadanos, una formación de corte liberal-progresista, y a Podemos, una organización populista que viene del radicalismo y ahora se ha embozado bajo el manto socialdemócrata. Y la pregunta que se suscita es obvia: ¿es posible materializar una política de esta naturaleza, claramente centrista, con ingredientes provenientes de ambos hemisferios ideológicos?

Si hay que juzgar por lo acontecido en las tres décadas transcurridas desde 1982, se puede asegurar que esta política de conciliación se ha ensayado con éxito en las etapas en que los gobiernos no han dispuesto de mayorías absolutas (la última legislatura de González, la primera de Aznar y las dos de Rodríguez Zapatero). Por el contrario, la política ha tenido un marcado sesgo ideológico unidireccional en las etapas de mayorías absolutas. En concreto, en la legislatura recién concluida, el PP, al frente de una potente mayoría absoluta, ha practicado políticas propias sin la menor apelación al consenso. Uno de los primeros y más significativos gestos de Rajoy fue reformar la ley 17/2006, de la radio y la televisión de titularidad estatal, para eliminar la exigencia de que el Presidente de RTVE y del Consejo de Administración de la Corporación fuera elegido entre los Consejeros electos por mayoría de dos tercios del Congreso de los Diputados (art. 11.4 de la referida norma), lo que forzaba el pacto con la oposición. Pero, demás, el desarrollo de la política económica -una potente consolidación fiscal sin contrapartidas sociales- ha sido decidido sin debate por el Ejecutivo, que también ha impuesto su criterio inflexible en la reforma educativa, en la reforma laboral, etc., etc.

Por fortuna, nuestra democracia se ha caracterizado desde su origen por una potente nivelación ideológica, sobre la que ya teorizó Aranguren en las últimas décadas del pasado siglo. Por supuesto, no se ha producido el temido crepúsculo de las ideologías que pretendió la tecnocracia franquista, pero sí se ha logrado un consenso sobre los fundamentos del sistema, que permite conseguir y afianzar determinadas coincidencias que son fundamentales para estabilizar el régimen. No tiene que haber problemas, por ejemplo, para actualizar la Constitución mediante un acuerdo de magnitud comparable al de 1978. Ni ha de ser imposible recuperar la neutralidad de los medios de comunicación estatales o formalizar un gran pacto educativo que quede ya al margen de los vaivenes electorales. Lo que tampoco significa que cada gobierno no pueda imponer políticas acordes con su ideario, contrastadas en los programas electorales y convalidadas por los ciudadanos en las urnas.

En este marco conceptual, la propuesta programática de Pedro Sánchez, que no ha desagradado a los partidos contiguos (Podemos no rechaza sus planteamientos: dice que duda de la credibilidad de quien los enuncia), supondría el retorno a las políticas centradas de amplio espectro, claramente interclasistas. En consecuencia, la hipotética coalición que se apunta serviría para lograr una recuperación de la centralidad puesto que supondría la reescritura de las principales reglas de juego. Incluso en el terreno socioeconómico, nuestro modelo se ha caracterizado por la preservación de un estado de bienestar compatible con la libertad mercantil que asegure la competitividad de nuestra economía? Equilibrio que se habría perdido en esta pasada legislatura, en que el afán de crecer ha generado inequidades insoportables y un adelgazamiento peligroso de las clases medias. Todo ello combinado con una regeneración del modelo, que debe liberarse de los lastres de corrupción y decadencia que lo han enemistado con un importante sector de la ciudadanía.

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