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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Més, partido centralista

El secreto mejor guardado de Balears es que no existe. Sin necesidad de las fronteras que proscribe el eslogan turístico, las cuatro islas tiran por su lado. Por no mencionar la reciente instauración de la república caprina de Es Vedrà. Esta comunidad, rota en pedazos de imposible encaje, se recompone artificialmente en un Parlament tan exótico como la ONU. El PP de Cañellas basó la cámara en la paridad antes que en la proporcionalidad, convencido de que Eivissa y Menorca nunca le defraudarían. La historia se encargaría de desmentirle. Demográficamente, a Mallorca le corresponderían 53 diputados de los 59 existentes. Aporta 33.

La esencia de la ficción consiste en no disputar las invenciones en que basa su relato. Hablamos de Balears como si tuviera sentido, y nos ahorramos problemas. Pero después llegó Podemos, y el diputado ibicenco Aitor Morrás inspiró un reparto por islas de la recaudación de la ecotasa. Se ha interpretado como un desafío a la arbitrariedad del Govern, que pretende destinar el dinero a objetivos inconfesables. En realidad, dinamita el oasis balear, separa lo que ya estaba aislado. De repente, PSOE y PSM se agarran del brazo y denuncian la discriminación que sufre Mallorca, un fenómeno equivalente a que Rajoy se quejara del maltrato económico de Madrid a manos de la periferia

En efecto, la cabriola disolvente de Podemos convierte a los soberanistas de Més en un partido centralista, que reclama la soberanía de Mallorca sobre las islas adyacentes. Además, la atención a la sobrecarga turística beneficia a Eivissa y perjudica a Menorca, en el orden inverso a la implantación insular de las huestes de Biel Barceló. No hay amor perdido entre las piezas del rompecabezas balear, lo cual permite concluir que menorquines, ibicencos y formenterenses salen beneficiados por un espejismo cocinado desde el absolutismo mallorquín. El sacrilegio de cuestionar el archipiélago era tan imprescindible como imprevisible en sus secuelas. En cuanto al centralismo sobrevenido de Més, alarma menos que otra frase del vicepresidente, "el impuesto turístico es prioritariamente medioambiental". ¿Y secundariamente?

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