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Llorenç Riera

La culpa y la justificación de Matas

Oír pronunciar en estrados a Jaume Matas la frase "asumo mi culpa", no significa exactamente que se haya producido un vuelco absoluto en su actitud personal, ni que haya llegado a asumir que las cosas se hicieron de forma irregular de manera sistemática, con grave perjuicio económico para las arcas públicas. Denota más bien que ha alcanzado el convencimiento -o le ha documentado su asistencia letrada- de que no tiene escapatoria procesal.

La escenificación del arrepentimiento formal constituye una legítima defensa procesal pero, con los argumentos utilizados por el expresident de Balears, se queda más bien en resignación ante lo inevitable, en búsqueda de aire para respirar cuando uno se halla en un callejón sin salida. Matas no ha cambiado, se ha adaptado, solo con la convicción imprescindible para afrontarlas, a las circunstancias que le afectan de lleno. Es una cuestión de supervivencia.

Ayer en el juicio del caso Nóos llovieron facturas falsas sobre el también exministro de Medio Ambiente y sobre Iñaki Urdangarin. Sin embargo, Jaume Matas sigue justificando la contratación del exduque de Palma porque ésta era la única forma de beneficiarse del "valor", entendido como capacidad de influencia, de un miembro de una Familia Real "con la que nos conviene tenerlo bien". Poco importaba si para sostener la trama se debían extender todas las facturas ficticias a nombre de Nóos y su entramado empresarial que ayer desgranó Marco Antonio Tejeiro.

A Matas le ocupaban, preocupaban y deleitaban los grandes eventos. Con la finalidad de conseguirlos, tenía permanentemente abierta la cartera de todos. No podía desaprovechar la oportunidad de obtener los servicios de un "conseguidor" como Urdangarin. Además, le causaba cierta envidia ver como en Valencia se hacían cosas superiores por el mismo sistema del derroche, la influencia y el aprovechamiento. Pero allá, los implicados eran mayoritariamente aforados y solo ahora, al descubierto de tramas distintas, están comenzando a tener serios problemas con la Justicia.

Matas admite culpa pero aún se esfuerza en el intento de mantener sobre la espalda de Pepote Ballester todo el peso de la gestión y la capacidad de influencia vía Urdangarin. Es una mutación del famoso "hágase". El expresident admite que se pagaron 300.000 euros como peaje o comisión del equipo ciclista y ofrece la parte indivisa del palacete de San Felio de Palma que le corresponde, para afrontar el daño económico causado. Es más bien resignación antes que arrepentimiento. Modifica su comportamiento porque vuelve a sentarse en un banquillo, no lo hace por convicción demostrada.

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