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Antonio Papell

UE: increíble claudicación

La historia es conocida: el conservador Cameron, comprometido electoralmente con su ciudadanía a celebrar un referéndum sobre la continuidad o no del Reino Unido en la Unión Europea, ha chantajeado a Bruselas con el fin de obtener concesiones argumentales que le permitan ganar la consulta a favor de la permanencia frente a los euroescépticos, que abogan por el brexit (la salida). Y ha obtenido un importante botín que debilita gravemente el espíritu integrador de la UE y que ha sido conseguido por la puerta de atrás puesto que los seis documentos puestos sobre la mesa por el presidente del Parlamento europeo, Donaldt Tusk, han sido presentados este miércoles como hechos consumados al Parlamento Europeo, tras haber sido consensuados subrepticiamente para evitar el lógico escándalo que debería provocar esta clase de comportamientos en una estructura cuasi federal, tan falta de controles y de mecanismos democráticos. Lo divertido del caso es que las concesiones de Bruselas no han impresionado a los euroescépticos, que las consideran claramente insuficientes.

La más vistosa de las dádivas a Londres ha sido la posibilidad de suspender por un tiempo los derechos sociales de los trabajadores inmigrantes en el Reino Unido. La Comisión Europea creará un mecanismo de observación para detectar si un país recibe "un flujo de trabajadores de otros estados de magnitud excepcional durante un amplio periodo de tiempo", y en estos casos se podrá "restringir el acceso a beneficios sociales durante un máximo de cuatro años". Otro de los logros de Londres es que las decisiones de la eurozona a la que no pertenece ni piensa pertenecer no afecten al mercado único, de forma que las medidas de emergencia los rescates, por ejemplo que el Eurogrupo pueda adoptar "no impliquen responsabilidad presupuestaria para los Estados que no formen parte del euro". En definitiva, el Reino Unido se beneficia de todas las ventajas de la libre circulación de bienes y servicios sin los inconvenientes de la libre circulación de personas, que se mueven para restablecer equilibrios perdidos (la emigración socioeconómica es una válvula de escape a la desigualdad interterritorial).

Pero lo más grave es el cambio de criterios y principios políticos que Londres está consiguiendo imponer y que el papanatismo de Bruselas está dispuesto a otorgar. En concreto, Londres se desmarca del objetivo comunitario de conseguir "una unión cada vez más estrecha", no sólo en términos económicos y financieros sino también políticos: el horizonte natural de la UE es la integración federal, que ahora se ve obstaculizada por esta paladina declaración de uno de sus socios de que no quiere avanzar hacia esta meta. Asimismo, Londres consigue secuestrar una parte de la soberanía de la que ya se había dotado el Parlamento europeo para devolvérsela a los parlamentos nacionales. Hasta ahora, estas cámaras podían interrumpir el proceso legislativo de la Comisión (la llamada tarjeta amarilla), que estaba obligada a reconsiderar su posición pero que tenía la última palabra; a partir ahora, el proceso legislativo podrá suspenderse (la tarjeta roja) mediante un quórum reforzado, de 16 parlamentos nacionales (el 55% de los 28). Los expertos comunitarios aseguran que estos cambios, que alteran la sustancia y el sentido del proceso de integración, no afectan a los tratados? Pero Londres ya ha advertido de que quiere que las concesiones se incorporen a los tratados cuando estos se abran por cualquier razón. La claudicación es, en definitiva, tan notable y escandalosa que se entiende mal el silencio de los gobiernos nacionales del español también, por muy en funciones en que se encuentre y de la intelectualidad europea que asiste en silencio a este desmán.

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