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Antonio Papell

La urgencia de formar gobierno

Como estaba previsto, el Rey encomendó ayer Sánchez la formación del gobierno, después de que Rajoy reconociera que no dispone de los apoyos necesarios para hacer lo propio. El presidente de las Cortes, Patxi López, de acuerdo con Sánchez, dará un plazo de entre tres semanas y un mes para la sesión de investidura, tiempo requerido para las negociaciones y, en su caso, para el prometido refrendo de las bases al acuerdo.

Aunque el plazo previsto no es excesivo, conviene recordar que hay cierta urgencia en salid dela provisionalidad. Los agentes financieros informan de que numerosas decisiones de inversión están detenidas, a la espera de que se forme gobierno. La economía no se ha parado, obviamente, pero la desazón general que se ha esparcido por el país no es precisamente el territorio más adecuado para que se desarrolle el ánimo emprendedor. Y hay, por supuesto, numerosas medidas del sector público que deben adoptarse expresamente, y que el gobierno en funciones seguramente declinará porque no es su papel.

La espera puede parecer a algunos accidental y poco relevante. Después de todo, hemos oído muchas veces la chistosa alusión a los belgas, cuyo país se dice ha funcionado a las mil maravillas durante los largos periodos de desgobierno. Pero España no está todavía, tras la crisis, en situación de normalidad, y hay muchos problemas abiertos y algunos dramas abiertos que deben remediarse y que no admiten pacíficamente retrasos injustificados. Así por ejemplo, nuestros parados de larga duración que llevan dos años o más en desempleo, que son el 43,6% de los totales según la última EPA (la mitad de ellos llevan en realidad más de cuatro años sin trabajar) y han agotado por lo tanto el subsidio, dependen de los planes que se habiliten para subsistir y para formarse, que hasta ahora se han gestionado con cicatería. El programa Prepara tiene que prorrogarse, el "Programa de activación para el empleo" caduca en abril, y los presupuestos 2016 incluyen una nueva partida de más de 120 millones para orientación laboral de los parados de larga duración que todavía tiene que ponerse en marcha.

La tarea que aguarda a Pedro Sánchez es endiabladamente compleja por las simetrías y asimetrías de los resultados. Pero en la Unión Europea, los acuerdos de gobierno basados en coincidencias más o menos sólidas son habituales, y es raro que se generen largos periodos de inestabilidad, salvo cuando se entrecruzan problemas y rivalidades territoriales (el caso de Bélgica, donde el problema es de organización del país y no de rivalidades ideológicas). En otras palabras, no existe justificación válida para las fuerzas políticas que las exima de responsabilidad si no consiguen la gobernabilidad que reclama la ciudadanía con pleno derecho a ello.

A fin de cuentas, los programas electorales con que los partidos fueron al 20D daban primacía a las grandes reformas la constitucional, la electoral, la de regeneración democrática, la de recuperación del estado de bienestar, cuya materialización necesitaría en cualquier caso el consenso entre todos los partidos. Y si se creía posible antes del 20D que tal consenso podía obtenerse, ¿cómo no es ahora posible entenderse para algo mucho menos comprometedor, que es gobernar?

Los efectos de la crisis económica, que en parte son imputables a la clase política, nos han hecho perder casi una década en términos de desarrollo socioeconómico, y han producido un grave quebranto a la estabilidad social. Sería el colmo que ahora las fuerzas políticas nos hicieran perder un año más por su incapacidad.

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