Alan y Diego. Diego y Alan. Dos suicidios de menores relacionados con el acoso escolar que nos han sacudido recientemente. El maltrato entre menores (cada vez más niños) aparece en las primeras páginas y portadas de los medios de comunicación y nos asalta la pregunta: ¿cómo ha podido pasar?

Cierto es que el maltrato entre iguales lleva siendo objeto de estudio, de debate y de intervención desde hace años, pero igual de cierto es que tanto en los primeros trabajos de los investigadores suecos como de los anglosajones nos llevan décadas de ventaja en las políticas de prevención e intervención con buenos resultados. Por poner un ejemplo de actualidad, como los buenos resultados logrados tras la aplicación sistemática del programa kiva. ¿Por qué esta diferencia? Posiblemente en nuestro país los mitos que envuelven e invisibilizan el maltrato y acoso entre iguales (bullying) han sido muy efectivos; expresiones como "son cosas de niños" (sin tener en cuenta las graves consecuencias a corto, medio y largo plazo para víctimas, agresores y espectadores), "siempre ha pasado" (¿y por este motivo debemos tolerar el maltrato?) o "si te pegan, tú pega" (alentando posibles defensores de las víctimas a convertirse en agresores activos).

Paremos. La intencionalidad que hay detrás de estas expresiones es darle el poder al agresor, ponerse de su lado o normalizar las agresiones, cuando los resultados de la aplicación de programas preventivos y de intervención demuestran que no hay nada más efectivo que una gran mayoría silenciosa se convierta en protagonista activa frente al maltrato, una mayoría que no sólo son los amigos de la víctima, también sus compañeros, también los profesores, también el equipo de apoyo y orientación, también las familias de todos los menores, también la administración educativa, también los profesionales socioeducativos, como los policías tutores, en definitiva, también, la población en general porque estamos hablando de un problema colectivo de una forma de convivir que no sólo no es adecuada sino que es lesiva en grado sumo con resultado de muerte.

Pues sí, la investigación y la práctica muestran que una buena planificación, organizada y con una buena base funciona. Claro que, estamos hablando de estrategias y acciones continuadas, no puntuales en función de un momento de preocupación o de moda. Necesitamos, para jugar este partido, a todos los jugadores; a ningún entrenador/a se le ocurriría plantear un partido con menos jugadores de los que permite el reglamento, ¿por qué deberíamos centrarnos entonces sólo en víctimas y en agresores cuando hablamos de maltrato entre menores? Lo tenemos claro, con la víctima necesitamos trabajar habilidades sociales, comunicación asertiva, petición efectiva de ayuda y, evidentemente, protegerla. Con agresores, trabajar la empatía, definir claramente qué comportamientos no toleramos, analizar su situación e intensificar el trabajo sobre habilidades sociales.

Pero volvamos a nuestro partido, ¿qué ocurre con los demás jugadores que ven el partido, que, aunque no participan activamente en esa jugada, son cómplices de ésta, de las estrategias del equipo y, en definitiva, del resultado? No podemos olvidarlos, son amigos o sólo compañeros de equipo, pero conviven con ellos muchas horas de entreno, muchos partidos, muchas temporadas? sin ellos el partido no podría jugarse. Sin ellos, la prevención y la intervención frente al maltrato no funciona.

Los menores aprenden lo que ven, practican, entrenan bajo la supervisión y orientación de los entrenadores (docentes) ¿qué mensaje están dando a todo su equipo cuando un jugador realiza un acto agresivo intencionado o no a otro jugador y éste no dice nada?

Parece comprensible que los demás jugadores entiendan que si el entrenador calla es que lo acepta, por lo tanto, ellos también lo hacen, sintiéndose cómodos y libres para imitar dichos actos. Los entrenadores preparan los partidos, trabajan desde la prevención, desde las primeras categorías asentando las bases, entre otras, normas, trabajo en equipo, disciplina positiva, trabajo de la empatía, reconocer y trabajar las emociones negativas, gestión de la diversidad para el beneficio común?, y es quien mejor conoce a sus jugadores y quien, constantemente, debe formarse.

Eso sí, es muy importante la coordinación de los entrenadores con las familias para lograr su implicación, compromiso y disposición a dar un paso firme hacia adelante en los mensajes que se dan en el contexto del hogar. Mensajes y acciones claras a favor de la no violencia ni verbal ni física, ni por acción ni por omisión. Será un predictor importante del éxito, ayudará en la socialización de los suyos y los demás; y ayudará en la identificación de posibles indicadores de abuso, tanto en víctimas como en agresores. Los presidentes y federaciones (Administración y equipos directivos) deben velar por el cumplimento de la legislación y establecer los mecanismos necesarios para prevenir e intervenir.

Es por ello que todos debemos estar implicados en la lucha contra el maltrato entre menores. Todos, en algún momento, hemos sido jugadores, entrenadores, familiares de jugadores, presidentes, o público. Todos somos responsables en esta tarea colectiva de educar ciudadanos que puedan sentirse seguros y libres del acoso. Tenemos que romper juntos y en equipo, esta cadena de silencio y soledad que nos hace cómplices y dar un paso firme en su resolución.

*Grupo de investigación GIFES-UIB