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Eduardo Jordà

Las siete esquinas

Eduardo Jordá

Todo correcto

Los conservadores del Rijksmuseum, en Ámsterdam, han considerado ofensivo el título de un cuadro Jovencita negra y han decidido cambiarlo por el de Mujer joven con un abanico. Por lo visto, el adjetivo "negra", que en el título del cuadro se usa con intención puramente descriptiva, puede ser interpretado como un insulto. El cuadro se pintó hacia 1906, cuando no había muchas jovencitas negras en Europa que tuvieran el privilegio de ser pintadas por un buen pintor (y Simon Maris, el autor del cuadro, lo era), de modo que ese cuadro es en sí mismo un homenaje a una raza que en aquel momento no suscitaba muchas simpatías. Y por si fuera poco, el retrato no tiene nada de humillante ni de burlón. Al contrario, es un retrato que impulsa a mirar con afecto a la muchachita retratada, que es negra, sí, pero también guapa y elegante, y que encima parece muy orgullosa de estar posando mientras se está abanicando como una gran dama. Cualquier espectador que no sea un perturbado y me pregunto, al paso que vamos, si queda alguien así en el mundo actual no puede ver en ese cuadro nada más que admiración por la belleza de esa muchacha, y junto a esa admiración, el deseo legítimo de que esa belleza sea reconocida y perdure de algún modo (de hecho, estamos hablando de ella ciento diez años más tarde de haber sido retratada). Y es más, mirando ese cuadro, cualquier persona puede llegar a sentir un cosquilleo de simpatía o incluso de amor por esa chica coqueta que se abanica con la elegancia y la imperturbabilidad de una gran dama.

Y eso es lo importante y lo que nadie parece ver: que esa chica esté retratada con todo el amor y todo el respeto en un momento en que las personas de ascendencia africana suscitaban toda clase de prejuicios. En la Holanda de 1906 y en toda Europa, muchos clérigos y políticos creían que las personas de raza negra no eran nada más que unos seres diabólicos entregados a la lujuria y a la pereza. El apartheid de la minoría blanca en Sudáfrica se fundó sobre esos prejuicios repugnantes. Pero el cuadro de Simon Maris anima a mirar a esa jovencita negra con unos ojos libres de todo prejuicio. Porque la muchacha retratada no es sólo un ser normal y corriente, sino una persona que posee una dignidad y una nobleza que serían impensables en miles y miles de sus contemporáneos de raza blanca. Y además esa jovencita no sólo parece feliz, cosa muy poco habitual en su época para las personas como ella, sino que también y eso es lo más importante parece alguien capaz de hacer feliz a cualquier persona que pudiera compartir su vida con ella. ¿Es posible concebir un homenaje mayor a un ser humano, sea de la raza que sea?

Si los museos tienen algún sentido, es para enseñarnos a entender cómo eran las cosas en los momentos en que se pintaron los cuadros o se construyeron los artefactos que se exhiben en ellos. Y por supuesto que debe suprimirse cualquier referencia que pueda ser ofensiva, si la hay, pero es estúpido intentar cambiar el pasado con arreglo a nuestras ideas y actitudes del presente. Los enanos de Velázquez eran enanos y bufones, sí, pero Velázquez los pintó en unos cuadros que cortan el aliento, y cualquiera que haya recorrido la pequeña sala de los bufones en el Prado sabe de qué hablo. ¿Sería lógico decir que los pobres Calabacillas y Barbarroja y Maribárbola eran "personas con acondroplasia", para no herir susceptibilidades, cuando ese término no existía en la época de Velázquez? ¿Tendría sentido ocultar la triste realidad de que aquellos enanos eran bufones de la corte y por eso mismo fueron pintados? ¿Y no nos dice mucho más acerca de la naturaleza siniestra de la monarquía absoluta el hecho de que los reyes necesitasen vivir rodeados de enanos y bufones, aunque Velázquez los pintara con la misma dignidad con que Simon Maris pintó a la jovencita negra? Y yendo más allá, ¿no están hechos los museos para que allí aprendamos a juzgar cómo era el pasado, por mucho que nos repugne o nos moleste ese pasado? ¿Y qué interés tendría un museo que describiese el pasado no como en realidad fue, sino como a nosotros nos hubiera gustado que fuese?

El problema de la corrección política llevada al extremo y todo movimiento así acaba siempre llevado al extremo es que no nos permite conocer la realidad tal como es, porque la realidad siempre contiene elementos que pueden resultar molestos o problemáticos para determinadas personas o colectivos. Y lo peor de todo es que la corrección política no se funda en unos criterios homologables que deban ser respetados por todos los ciudadanos porque esta clase de corrección sí que sería aceptable, sino en la simple percepción o interpretación personal que alguien pueda llegar a hacer de cualquier hecho u opinión o acontecimiento artístico. Y el problema es que hoy en día hay miles y miles de personas dispuestas a sentirse víctimas de alguna clase de ofensa, por ilusoria o caprichosa que sea esa ofensa. Y la democracia, tal como la entendemos, no puede basarse jamás en lo que los ciudadanos "sientan" o "crean" o "consideren", ya que esas percepciones son volátiles y movedizas y no son cuantificables de ninguna manera, sino en lo que los ciudadanos hagan o dejen de hacer con arreglo a las leyes que nos hemos dado entre todos, porque esto sí que es cuantificable y nos afecta a todos por igual. Y eso, repito, es lo importante. Ni más ni menos.

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