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Por la herencia los conoceréis

Otra pista amén de la política, pero de la que se habla menos. Nadie muere tan pobre que no deje algo, afirmó Pascal con toda razón y es que también hay bienes (o males) intangibles: formas de ser y enfrentar presente y futuro -constancia o indecisión, honestidad€-, quizá un cerebro privilegiado, la alteración genética que promueva un cáncer o, tal vez, propensión a las lorzas. Por ello, la frecuente exclamación: ¡menuda herencia!, no presupone si el legado facilitará la vida o la hará cuesta arriba.

Pero no quiero referirme aquí a la herencia biológica, sino a la más prosaica que puede cuantificarse; que se convierte en testimonio de sintonías previas u origen de desavenencias y es, por resumir, exponente de los mimbres con que están hechos dadores y receptores. El testamento evidencia las relaciones que mantuvo el autor con sus ciertos o presuntos beneficiarios y, en cuanto a los legatarios, su avidez, una sosegada aceptación y las actitudes entre ambos extremos, dirán de su talante con más fiabilidad que el confesionario. Tengo por seguro que en esta isla se reproducen iguales patrones que en cualquier lugar, aunque es posible que el tema informe muchos cotilleos y en ciertos círculos cobre especial relevancia, sin descartar que el foráneo lo perciba con especial curiosidad y pudiera ser mi caso, tras ser abducido (nada que ver con el obispo Salinas y sus querencias) por la noticia leída hace poco de un militar que explicitó ante notario sus últimas voluntades, impugnadas por los hijos: nombró beneficiarios, entre otros, al ex presidente Bush, Carlos de Inglaterra y a la iglesia ortodoxa rusa amén de su psiquiatra, lo que induce a pensar que pudiera no estar en sus cabales, pese a que ésta sea una presunción frecuente entre los herederos cuando ven frustradas sus expectativas.

Así ocurrió también -lo he contado en alguna ocasión- al advertir la esposa que su marido, ingresado y a las puertas de la muerte, se disponía a dejar a la amante buena parte de su patrimonio. No obstante y en otras ocasiones, el cataclismo neuronal dista de estar claro: sería el caso del mallorquín Luisito y los treinta y tantos millones obtenidos de un anciano matrimonio. ¿Deterioro cognitivo o estrategia planeada por el jovenzuelo y cimentada en quién sabe qué promesas o contrapartidas? En cualquier caso, en cuanto el reparto, el pollo suele estar servido con independencia del número de pretendientes a comensal, su grado de parentesco e incluso, en muchas ocasiones, la calidad de las relaciones previas, lo que hace evidente que el deseo de alzarse con el santo y la limosna cobra en demasiados casos primacía sobre cualquier otra consideración.

En esta línea y visto lo visto por estos pagos, imagino la que pudo armarse entre las 12 tribus -relato del Antiguo Testamento- cuando Jehová sentenció que "Heredaréis la tierra". "Pues nos gustan más las suyas que las que nos han tocado a nosotros", quizá comentarían, airados, los supuestamente desfavorecidos, y ya la tendrían liada o, si más no, es lo que probablemente sucedería por acá, máxime si unos son terrenos urbanizables y otros de especial protección (sobre todo ahora que van a implantarse medidas más restrictivas). Y por no remontarnos a Canaan, ¿alguien puede creer que, en Cataluña, los hermanos/as del primogénito, el hereu, lo verían con iguales ojos tras hacerse con la mayor parte de los bienes sin otro mérito que el de haber nacido antes?

En su libro Recordatorios, Yourcenar advierte que, en el siglo XIX, las diferencias sólo estallaban por herencias o derechos de caza y, excepto por lo segundo, diría que seguimos en las mismas sin que se precise una gran fortuna, así que hacerse con la vajilla y el colchón puede informar las actitudes incluso desde mucho antes del reparto. Los hay que pasan de trabajar, en espera de un providencial infarto del propietario, si vislumbran herencia; otros parecían sumisos corderillos hasta que la avaricia produzca la mutación y, por no cargar las tintas en lo peor, cuentan que en alguna ocasión hubo quien aceptó sus suerte sin chistar e incluso renunció a favor de un tercero lo cual, si no es fábula, debería elevarlo a los altares sin precisar de otro milagro.

Por lo que respecta a los iniciales propietarios, el patrimonio podrá generar más de una cavilación; el deseo de ser justos quizá se contraponga a filias o fobias inconfesadas y ello por no entrar en las inquietudes que relata la novela Washington square cuando el padre advierte que el novio de su hija, heredera en ciernes, tiene por único objetivo el braguetazo. Se sea donante, receptor o alguien que ha vislumbrado en la transmisión su oportunidad -el citado protagonista de Henry James o Luisito el niñato-, tras cada herencia o atisbo hay bastantes insomnios y, durante la misma, los entresijos morales de los implicados saltarán a la vista como ha venido sucediendo desde que la primera pareja comió la manzana. En resumen y comparado con las herencias y sus consecuencias, convendrán en que el psicoanálisis no pasa de mero pasatiempo.

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