La conocida marca de pan y bollería industrial Bimbo ha anunciado esta semana su decisión de cerrar la fábrica que desde hace décadas mantiene en Mallorca. Según se desprende de las informaciones aportadas, la medida no responde a una problemática puntual de la factoría mallorquina, sino que obedece a un rediseño estratégico de la empresa que le lleva a transportar desde la península todos los productos que comercializa en Balears. La consecuencia más inmediata es un ERE que afecta a 34 trabajadores fijos y, según los sindicatos, a una veintena de eventuales.

El cierre de la fábrica de Bimbo no es un hecho inusual ni un planteamiento exclusivo de esta firma. Representa un eslabón más de la cadena de empresas nacionales y multinacionales que deciden bajar la barrera de su producción en las islas y mandar los productos desde fuera. Lo hizo Coca Cola y lo han hecho incluso las grandes marcas de los productos más característicos y singulares de la industria mallorquina como el calzado y las perlas.

Esta emigración de empresas al extranjero o su concentración en otros puntos de la geografía española es lenta y pausada, pero parece claro que se ha vuelto irreversible. No hay un recambio de marcas consolidadas de fuera que opten por venir a fabricar a Mallorca. De este modo también se va haciendo efectivo el desmantelamiento progresivo del, hasta hace poco, sólido tejido industrial de Mallorca.

Evidentemente, no es una buena noticia ni para el conjunto de la economía insular, ni para la tradición laboral del archipiélago, que durante mucho tiempo ha podido ser determinante para la diversificación obrera y la estructuración de una sociedad enriquecida y valorada por su compatibilidad productiva. Por contra, ahora todo parece abocado, cada día más, hacia el monocultivo turístico que únicamente deja vías abiertas para las empresas de servicios que, a su vez, son dependientes en exclusiva del turismo. De este modo tampoco se contribuye a la desestacionalización turística y laboral cuya necesidad de ser combatida todos reconocen, pero frente a la cual no se adoptan medidas efectivas de calado. Sólo posturas testimoniales que no tienen resultado práctico significativo. Por este camino se ha llegado a la imposibilidad de ofrecer trabajo a una demanda laboral que los expertos cifran en doscientas mil personas. El paro no bajará de modo determinante hasta que no se resuelva este punto.

El Govern ha reaccionado al anuncio del cierre de Bimbo indicando que acelerará la puesta en marcha de su Plan de Reindustrialización. Es una actitud bienintencionada ante la cual habrá que mantener el escepticismo o, cuando menos, la cautela, porque existen precedentes de medidas semejantes que se han visto abocadas al fracaso. Basta mirar el estado de un Parc Bit que apenas subsiste como criadero de empresas o incubadora de nuevas tecnologías vinculadas al turismo.

El problema es complejo y de grueso calado. La industria tradicional de Mallorca ha acabado desvaneciéndose. A las empresas les resulta más rentable irse a producir fuera y después asumir los costes del transporte insular para remitir sus productos. El arrastre de la economía global y de la facilidad de movimiento también pesa mucho, pero lo incuestionable es que no se ha dado con la solución efectiva para hacer frente a esta realidad contrastada y abrir vías prácticas y rentables para poder diversificar el modelo productivo balear. Hace falta mayor implicación de la Administración y de las patronales para actualizar y diversificar la industria.