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Llorenç Riera

La lenta reducción de la espera quirúrgica

La meta aún se vislumbra como inalcanzable pero no tan lejana. El Ib-Salut probablemente no conseguirá acabar con las listas de espera que tanto le molestan y dañan la imagen de su eficacia y por otro lado, preocupan a quienes están incluidos en ellas. No lo hará porque la demanda sigue siendo muy alta, no tiende a disminuir y debe enfrentarse a una escasez de recursos que tampoco tiene visos de mejorar. Es una ecuación de resolución imposible. Por eso, dentro del panorama planteado, los pequeños logros se admiten como éxitos aceptables o, cuando menos, relativos.

El Ib-Salut decidió a finales del año pasado abrir quirófanos y consultas de especialistas por la tarde. De las explicaciones dadas ayer por su director gerente se deduce que la aplicación de la decisión le puede haber costado 250.000 euros, pero con ella también se han borrado mil puestos de la lista de espera. Más que la cantidad global, en este caso importa el número de personas que han visto aliviado su problema de salud. De todos modos, hay que dejar claro que hoy todavía 13.478 pacientes esperan para poder entrar en el quirófano y otros 60.749 están en expectativa de que llegue su día para acudir al especialista.

Es así pese a que, en el último trimestre del año pasado, la media de espera para ser operado se redujo en 3,4 días y la de consultas en 13,8. Hoy se espera un promedio de 111 días para ser intervenido y de 89 para ser visto por el especialista. Se ha logrado rebajar en 309 el número de personas que deben tener medio año de paciencia antes de ser operadas. También se requiere un alto grado de paciencia para alcanzar una consulta de oftalmología o traumatología. Una mamografía comporta 31 días de demora. Las intervenciones oncológicas de mayor prioridad, 28,70.

Este es el diagnóstico, la radiografía, de la capacidad de respuesta de una sanidad pública balear que se alivia un tanto al constatar que existe "una tendencia de mejora en los datos" pero que no quiere enfermar más de carencia de realismo y admite la imposibilidad de "tirar cohetes" a la vista de sus resultados y del enorme trabajo que tiene por delante.

Asociado a este panorama, al Ib-Salut se le plantea el posible inconveniente que pueda suponer para profesionales foráneos de prestigio la recuperación del catalán como requisito para la función pública. De ser un obstáculo, su gerente lo ve fácil de superar y por lo que respecta al siempre pendiente futuro de Son Dureta, permanece a expensas de las posibilidades de financiación para transformarse en centro sociosanitario y polivalente. La financiación también condiciona la ampliación del hospital de Manacor.

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